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jueves, 25 de febrero de 2016

Un mal pico o ¡No a las drogas!

Hoy era sí o sí. Mi programa de entreno es rodar suave, no más de una hora, para probar la respuesta del pie, que desde los últimos días me lleva en una molestia constante.

Son las 14,30 horas de un espléndido día, casi primaveral. El cielo totalmente despejado, deja al sol en su plena fuerza de estos finales de febrero. Hoy necesito respirar, trotar suavemente, dejar fluir mis pensamientos y esperar llenarme de buenas sensaciones ¡Lo necesito!.

Me cruzo con los habituales, aunque el día ha dado paso a que se vean más de los de cada día. El pausado ritmo va intentando recolocar los pensamientos y es ese tranquilo trantan el que deja fluir mi ritmo. Hoy no más de 50 minutos, encaramo la última larga cuesta que me lleva a la zona de estiramientos. Son unos cuatrocientos metros, donde los doscientos primeros son de suave ascenso, para seguidamente empinarse. Es ahí en esa intersección, flanqueada por unos bancos, donde un joven, de no más de 24 años, se va a cruzar en mi entreno. Está solo. Sentado de medio lado y ante una bolsa de plástico esparcía con diversos objetos y un tapón con agua. Voy lento y no dejo de mirarlo, su escenario y actitud a plena luz y tránsito de viandantes me dejan perplejo porque contrastan con su porte de juventud saludable e informado. Mi trote se ralentiza, mientras fijo su mirada en su escenario. Un ligero escalofrío recorre mi cuerpo. Quiero parar y decirle ¡NO!. Dudo... y sigo. Mientras tanto el joven entre las manos bombea una pequeña jeringuilla. Estoy escasamente a un metro de él. Mantengo la mirada. Él desvía su mirada. Echo el cuerpo hacia adelante, porque ahora la cuesta es exigente.

Navidad de los finales de los años 90. En uno de los numerosos poblados que invaden la gran ciudad. Una mujer de figura encorvada, pañuelo en la cabeza y vestida toda de negro, de aquellos negros de lutos de antaño, va en vacilantes pasos. Se detiene mira, pregunta y busca. A escasos pasos le sigue su marido con figura resignada, que siempre se mantiene en segundo plano.

Es un  lugar de chabolas entre escombreras, rodeadas de escondrijos imposibles y esqueletos de vehículos. La zona es un amasijo de inmundicias entre barros, donde desde sus entrañas se remueven figuras cadavéricas de palabras balbuceantes que arrancan la última agonía de la droga. La madre sigue buscando y sigue preguntando. El padre resignado la sigue. Es Navidad. - Busco a mi hijo, porque quiero que pase las Navidades en caso con nosotros-, me dice la madre.

Son poco menos de 200 metros de empinada cuesta y me fluyen mil y una imagen de vivencias en las que he visto como el paso del tiempo ha ido transformando a personas en despojos ambulantes, para luego desaparecer de inmundicia. He visto tirados la rigidez de cuerpos enganchados a una jeringuilla y he escuchado de manera desconsolada pedir a unos padres que quieren ver a su hijo muerto.

Malditos últimos metros empinados. ¡Maldita droga!, que traza el camino más corto de degradación y destrucción del ser humano.

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martes, 10 de noviembre de 2015

A rebufo

Suelo salir a correr sólo, en las calores veraniegas lo hago tempranamente y en estos tiempos, que ahora entran, lo hago en lo que en verano son las siestas, pero como digo casi siempre sólo.

Cuando corres sólo, el estricto calendario de entreno eres tú mismo. Enderezar el cuerpo desganado, retirar de la mente las molestias, que ya rara vez no te persiguen, acomodar el ritmo a la frecuencia que no sea la acomodaticia del mañana subiré el ritmo; en fin superar un cúmulo de “hándicap”, para arañar entrenos en los ajetreados días de un sin parar y que, paradójicamente, esconden mil y una excusa para no hacer na.

Unas veces tardas más, otras menos, pero al final siempre lograr sincronizar armoniosamente músculos y mente para hacer un solo cuerpo. Cuerpo de gigante, eufórico en las zancadas e incansable en el ritmo, que en la soledad del corredor te hace sentirte inmensamente poderoso.

A veces desde atrás se ven las cosas de otra manera
En ese instante sublime de grandeza, sientes el rebufo, del que aprovecha tu estela marcado un ritmo callado, en el que entre su silencio te está lanzado un mensaje, “estoy preparándome para darte una pasada”. Reaccionas y tú mente reestructura la estrategia. Subes rodillas, braceas, simulas la respiración, miras por el rabillo del ojo, te dices “jeje, chaval me parece que no te va a ser fácil”. Sube el ritmo, subes el ritmo, jadeos. Hay una lucha cuerpo a cuerpo, donde los mensajes callados están dado grandes voces “!Apreta!” “¡Aunque reviente” “No vas a conseguir pasarme”.

Es una lucha cuerpo a cuerpo entre dos extraños de un casual rebufo. Eso sí sin patada.
¡Pá que dar patadas!
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lunes, 16 de marzo de 2015

Nieve entre las zapatillas


Mil y una información, así es el continuo de una gran ciudad, sin embargo, a veces, la ciudad te ofrece a tiro de piedra un espectáculo único, que sólo requiere algo de ti. ¡¡Ganas!!.

Con el tiempo adquieres la facilidad mental de espulgar, las mil y una información, para quedarte con las justas y necesarias para tu devenir diario. El hecho de que se haya convertido en hábito, no significa estar exento de esfuerzo y cansancio. La `prueba es que si por un casual, esa “mochila” tienes ocasión de descargarla, el paso se convierte en algo más vivo, alegre y despreocupado.

Buscar la ocasión y romper lo cotidiano, te dan oportunidades únicas, y a veces sólo están a tiro de piedra de la gran ciudad. Espacio y aire, un lugar donde la grandeza de la montaña se hace más inmensa, si cabe, al calzar unas zapatillas y correr, porque el correr te traslada por lugares inigualables.

Así todo ocurrió la tarde de un  4 de marzo de 2015, donde el pico de Peñalara no resistió a nuestro esfuerzo entre nieve “papucha”, en la que a cada zancada nos ofreció un espectáculo inigualable.

¡Ven! ¡Corre! y lo verás.

Nota de interés: No olvides llevar unos calcetines y zapatillas para los despueses. ¡Ah! y la comida para las 9,00 horas tarde-noche, no hay otra.

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lunes, 16 de junio de 2014

Circular en la Sierra de Madridejos


08:00 horas, 2014, 14 de junio

Siendo consciente de que la transición frio calor es de un formato abrupto en La Mancha, sabiendo que el paisaje secarral florece en colores amarillentos, con sonidos crujientes y olores espesos de agobio calórico, esta vez el entreno programado de la GTP 60 estaba diseñado en circular.

La explanada de la Virgen de Valdehiero se convirtió en el campo base, desde ahí nos dijimos a Mingoliva, así a los cuatro pasos de comenzar su empinada cuesta  despierta con cierta brusquedad los músculos, donde las zapatillas tratan de agarrarse a las rebeldes piedras que trastabillean hacia abajo.

Mingoliva es la primera subida de incesantes subes y bajas, donde su cumbre nos regalan la agradable caricia de un frescor de viento.

Esta vez la estrategia de ataque está basada en llevar el cuerpo al límite bajo sensaciones de fuerza inagotable: Primordial hidratarse con sorbos periódicos para evitar la sequedad o sensación de sed, otra apuesta de entreno es una alimentación sostenida en pequeñas cantidades solidas, sin desaprovechar algún gel e hidratos en gominolas.

El culminar de subidas parece situarnos en una “insula” de alturas rodeada por un amplio mar manchego de tierras de llanura. Allí Villarrubia, más acá las labores, Herencia o aquello Villafranca, mientras un ritmo sostenido mantiene el ánimo y la conversación.

La fuente el Humbrión se convierte en un estudiado paso de oasis, donde botellas y bolsa se repletan de este manantial. Estratégico respiro y refrigerio para preparar un tramo de empinadas subidas y bajadas, aquí y ahora el Sol se muestra honroso, batallador y desafiante.

Nuestro paso es firme, fuerte y convencido donde las sensaciones son pletóricas para acallar los miedos  que atenazan las fuerzas.

15:00, 2014, 14 junio

Una capa de mágica espuma reverberea, mientras esconde en sus bajos fondos un intenso pálido dorado guarnecido por escurridizas lágrimas de hielo. Intensa y gorda. Refrescante y recuperadora, pero solo mágica con su moderación.



¡¡Venga!! ¡¡Esas gordas!!

viernes, 14 de marzo de 2014

A La Mancha manchega,...


La Mancha es llanita, llanita. Al menos esto es lo que opina la inmensa mayoría. Pronto describen el paso de La Mancha a través de la autovía A4, carretera super recta, donde todo es llano y cuando en pleno verano la cruzas, parece brotar de sus suelos olas de espeluznante calor.

Lo que sí parece ser es que La Mancha es una altiplanicie a 500 metros sobre el nivel del mar, que conforma una región natural en pleno centro de España.

Dicho todo esto y sin profundizar en conocimientos, ¿Qué ocurre cuando un manchego de la chela, se prepara para carreras de montañas largas y de importantes desniveles positivos acumulados?, pues “na”, que lo primero que te dicen es adonde vas, si por allí no hay ni tan siquiera un “cerrete”.

Casi de todo esto tienen razón, pero no saben que La Mancha es grande, de vistas inmensas, también seca pero con agua y, ¡mira tú! También con desniveles, que te hacen “rilear” los músculos, flojear las piernas y al paso te dejan unos paisajes de una Tierra de Gigantes.

No sé si el nombre de La Mancha proviene de Irlanda o fueron los árabes que viniendo de tierras de abundantes arenas y restrictivas aguas, que no viendo sus amplios humedales la nombraron tierra seca o quizás sus antecesores visigodos que simplemente y sin más complicación al delimitar esta zona, simplemente le dieron el nombre de Marca o Mancha..

Sea lo que sea, piensen lo que piensen y digan lo que digan, aquí os dejo una muestra de una Sierra de Madridejos, alta, dura y con orgullo de mostrarnos sus grandes vistas.

miércoles, 19 de febrero de 2014

Corriendo a más de 7.000 km.


En el equipaje no podían faltar mis zapatillas, trasladarme a miles de kilómetros no se debía quedar en una mera visita. Y así para allí marché.

El sopor que percibí al entreabrirse las puertas del aeropuerto me dio el primer “bofetón”. La noche, el trasiego de multietnia, el flujo de tráfico y los miles de kilómetros añadieron un extenso sopor de sudor sobre mi cuerpo.

Durante varios  días entrene y planifique el  recorrido, para establecer la combinación perfecta, donde la mejor hora y el menor calor se aliaran con un itinerario garante al punto de inicio. Todo ello,  debía de culminar en un objetivo: Llegar hasta los pies del gigante Burj Khalifa.

Las primeros tres salidas, más bien, fueron de puro tanteo, donde las amplias vías, el intenso tráfico y los gigantes edificios de figuras geométricas fueron rompiendo sus barreras ante mi presencia expectante y de asombro, en donde la grandeza, hecha exceso, se plasmaba en cualquiera de sus espacios, otrora arena desértica.

Ante todo esto siempre aparecía un sol de aureola gigante, transformada en la gran boca monstruosa, devoradora de todo lo que por los espacios abiertos se movían, haciendo agotador el ritmo, exigiendo, casi en cada metro, un sorbo de agua, para que sus gotas se escondieran en lo más recóndito de mi cuerpo y evitar los verticales secantes brazos  del dios Sol,  que con avidez de lujuria se extendían extrayéndole de mis entrañas.

Temprano, intentando hurtarme de los  acechantes rayos del dios Sol, comencé. Era el amanecer del día “d”, donde la estrategia elaborada comenzó su despliegue.

No hay frescor, porque no hay tregua.

Los días pasados han ido asegurando el recorrido de vías, aceras y edificios, obligando a requiebros ya estudiados. La sinuosidad del itinerario está asimilado en una ciudad de gigantes.

El ritmo vivo y los pasos certeros anidan la posibilidad de alcázar los pies del Burj Khalifa.

Todo resulta más familiar en una ciudad cortante, de edificios imponentes y de estructuras soberbias que empequeñecen las aceras, los pasos y las personas.

El recorrido ya no es dubitante, las zapatillas siguen en un ritmo hurtador del sol acechante. Son zancadas que se alían con el descorrer de puertas, que tras su cercano paso, dejan traslucir un aire de frescor en una ciudad de edificios descomunales, con temperaturas que no se saben porque simplemente no existen.

Correr, pienso y me digo  -es difícil-, ¡Aquí!, el correr se hace difícil y extraño, porque extraña es la ciudad, donde de la arena han nacido edificios sublimes que guarecen culturas, donde solo una impera y rige.

Los quiebros del tránsito de caminos tratan de evadirse de un dios violento y agresor, que fluye de manera intransigente desplegando sus rayos. Sudor y sofoco. Dificultad, ansias y ganas, porque nada es fácil. No es un mundo de sueños, es un lugar de lucha, de dificultades, donde uno/a sólo ha de ser todo entereza.

Ahí está imponente. Alto y único. Con figura esbelta y  protegida por auras de Sol que hacen que sus pies de gigante sean inalcanzables.

Ahí está, donde el sudor me invade, donde el cansancio me agota. No es fácil seguir, donde un colorido agresivo y demoledor se interpone como barrera infranqueable.

Es el momento de retomar el camino para seguir, en un lugar donde el correr no es fácil. 

Vehículos, pitidos, ruidos, edificios,… sed. Solo es aguantar el ritmo y seguir. Trato de esconderme de unos gritos de Sol que me  buscan y me absorben.

Cansancio, agotamiento y ganas de parar donde no me queda más remedio que seguir.

Sudor mucho sudor, sequedad mucha sequedad. Sigo y lucho, porque simplemente me pongo retos y no metas.

NOTA: Dedicado a mi Princesa.

martes, 8 de octubre de 2013

Urdetana

Unas vacaciones cogidas con cierto retraso han llegado a su fin. Quizás porque una parte estaba programada y otra simplemente porque la vida es así; al final, el todo junto ha formado un intenso periodo de asueto. Por muchas razones de lógica social no entrare en la traumatización postvacacional con alteración de biorritmos y decaída melancólico depresiva ante el atasco del esfuerzo a lo rutinario.

Hoy por respeto a los que de manera frontal y sin miramiento les está golpeando esta enmarañada crisis no entrare en ese síndrome, fomentado simplemente por una vida acomodoficticia-hiperegocéntrica, sin embargo valiéndome de lo que la vida me ha demostrado diré - que no hay mejor noticia que nos pueda acontecer que dejarnos embeber por la rutina: Mismas caras, mismas prisas, mismo ritmos, mismas esperanzas,.. con inmediatos futuro de  pequeñas metas que nos hace decirnos aquí todavía seguimos, porque otros sin querer cambiar rutinas simplemente han dejado de tenerla (algunos para siempre)-.

Bajo el axioma “la vida sigue” y con el aire trotón adquirido durante los días varaniegos de entreno y trabajo. Más allá de lo previsto, decido asumir un reto: Ir corriendo desde mi pueblo (Villafranca de los Caballeros) hasta la localidad de Urda  (Santísimo Cristo de la Vera-Cruz de Urda).

Como siempre, y dado mi mente poco creativa, este reto nunca habría salido de mí, aparte de estar fuera de mi lógica de entreno y por el correr que hoy en día llevo a cabo. Pero también es cierto que llevo un año intenso que, gratamente arrastrado por la hiper-energía y entusiasmo que otro desborda en este apasiónate mundo del correr vinculado con la naturaleza, me ha posibilitado tener marcadas experiencias que agradezco.

Siendo las 8,30 horas del día 6 de octubre del año de Jubilar del Cristo de Urda (Siempre es año Jubilar, cuando la fecha de celebración, 29 septiembre, cae en domingo. Siendo ese año proclamado de fecha a fecha Jubilar). La experiencia de hace una decena días (CXC=S), me había ayudado a sujetar los nervios y como veterano de experiencias correderas, cuerpo y mente puntualmente estaba en el perímetro de Pozo Palacios, lugar elegido para la salida.

Mientras ambos y solitarios corredores (Bienve y Julián) andábamos ajustando zapatillas, pantalones, camisetas y mochilas, un “insufle de aire y ganas” iba llenado nuestros cuerpos. Sigilosamente, parte del equipo del tiocazuela.com (domingo y Julio), se apremiaban en desplegar los instrumentos fotograbadores y estrategia de encuadres; este equipo, dispuesto al quite de reflejar momentos, para nuestra gratitud y satisfacción, estaba dispuesto a inmortalizar esta nuestra aventura.

Mientras el gpese se adaptaba y el despliegue se ubicaba, comenzábamos con un altanero ritmo al trotón, a la espera de un indulgente camino que nos condujera sin tropiezos hasta revestirnos en acto de  urdetana.
Mañana de inicios frescos, aunque con evidentes síntomas de esconder un Sol vigoroso, agazapado en su horizonte. El ritmo de inicio vivo, fueron sumando pasos kilométricos, convirtiendo el vecino Camuñas en pueblo invisible.

El bit del gpese anunciaba alegría en la zancada y el rebrillo solar quedaba desdibujado sobre rincones de cepas con cuadrillas en vendimias. Mientras nuestras vistas se inundaban de llanuras, porque por caminos de llanuras llevábamos nuestras zancadas. En la inmensidad de los infinitos horizontes,  entre tierra de vid y olivos, nos acercábamos a Madridejos. Son momentos de contemplar, disfrutar, hablar y reponer líquidos y sólidos. Serán las calles, casi mudas, de Madridejos las que nos marquen el fin de un primer tramo, de tres largos desiguales. Este primer tramo, de ritmo vivo y con mente eufórica, que nos va lanzando en animada carrera urdetana.

Antes de entrar en el tramo medio de transición o asimilación de lo hecho,  y con la espera de seguir en la acumulación de kilómetros  que nos fueran acercando hacia Urda,  nos espera casi un programado encuentro, donde otros andantes caminates cheleros/as aprovechando la madruga van en continuo peregrinar hacia Urda. Voces, saludos, risas, fotos con fotógrafos. Alegría y ánimo que nos invita a todos a celebrar juntos  este trontón y caminar.

Llegar a Consuegra, cuando en su fondo y alto destaca un Medievo castillo escoltado por esbeltos molinos, convertidos en  gigantes vigilantes, es todo un lujo. Estamos en el fin del tramo de transición. Donde, bajo el paso firme, evalúas el ánimo, los músculos, la mente y el esfuerzo con una simple operación matemática de suma y resta, nos dice que la pereza llega hasta aquí.

Barritas de chocolate, avellanas, gel, glucosas, fruta en papilla y un morral de agua, que nos convierten en camellones corremovientes para afrontar la que se nos avecina.

El Sol en su particular ángulo otoñal, muestra  con orgullo sus fuerzas, asentando duros rayos sobre la tierra, la viña y los lomos de quien por estos rodales anda. Crujido de lumbares doloridos que se remueven entre pámpanas, donde se levantan espuertas de uvas, expulsando sonoros gritos, que parecen querer decir  -¡¡Ande!!... ¡¡vais!!, ¡¡Dejarlo, ya!!-

Entrando en el Camino Jubilar, donde la piedra se desgrana, el sol lanza sin miramientos sus rayos de sofoco, ante unas piernas de músculos doloridos que van siguiendo la ruta señalada. Sorbos de agua que brota de la mochila que portan las espaldas, refrescan con ansias el interminable tramo agotador que en amortiguador refreno endurece el casi fin del camino. Duro y difícil, tortuorio y pesado. Penitente camino de unos kilómetros que parecen querer bloquear la  mente.

Una voz irracional niega el bocado dulzón del racimo de uvas. La mente se adormece. Busco el sorbo de agua que sofoque mi resuello, quiero seguir y no parar. La cabeza parece engullir el calor para crecer, crecer y pesar hasta abombarse. Al fondo la torre, en singular punto de mira entre montículos escurridizos, crea un agobiante juego de espejismo que, en descontrolada angustia de cada pesada zancada, parece crecer en una mayor lejania. Está ahí, sólo es llegar, avanzar, continuar. Calor penetrante, mirada de infinito. Mente embotada que cierne su bloqueo.

-Toma come-, Bienve me acerca unos higos, me insiste. Apenas quito la piel para lograrlos succionar. Me acerca un envoltorio de gel, -tómalo que esto es bueno-. Lo chupo, trago y bebo agua. Pasos donde la mente comienza abrirse, despejando el casi inminente colapso. La meta está ahí. Aparecen las primeras casas y las primeras calles que dejan que con sufrido trontón se avance hacia una figura, antes larga e infinita, ahora cerca y alcanzable.

Año Jubilar en el Cristo de Urda, donde voluntarios y personal de organización ofrecen un excelente servicio muy de agradecer: duchas, primeros auxilios, refrescos y sobre todo una sonriente disposición, que hace, si cabe más agradable la llegada al lugar.

6,30 horas del día 6 de octubre del año de Jubilar del Cristo de Urda un grupo de cheleros/as parte en camino andante hacia Urda.

14,00 horas del día 6 de octubre del año jubilar del Cristo de Urda, con el dolor justo que hace disfrutar con alegría. Sonrisas y comentarios reverberan bajo unas “gordas” grandes y fresquitas de todos los allí presentes y participantes.

Fotos por los caminos de La Mancha (De Villafranca de los Caballeros a Urda):
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