martes, 28 de julio de 2020

Pisando la historia bajo la calor

Aire agónico arañando el infinito terruño manchego y dejando grietas de sofocón que nos dejan ir resollando en pedales entre una bruma de sol de poder dominante.

En la primera parada, un sorbo de agua de sabor caldoso restriega el gaznate mientras en los pies el agua. Agua parada, sudorosa y esperante de siglos. Son los pozos de Navarro. Si sus brocales andan desaparecidos, quizás en buenas manos ellos; su construcción ancestral y de dibujos petroglifos andan diciendo que el agua siempre ha sido indicador de asentamientos para el desarrollo y convivencia humana.

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Cruzar Pastrana es ver lo que es y pensar en lo que fue. Ahí está el síndrome moderno de secarral humedal, cuan espada partido por el denostado Cigüela.

Es tiempo de buscar las raíces que surgieron a la vera del río, que fue llano,que fue tranquilo, que fue imponente y enriquecedor de una Mancha que escondía una encrucijada de humedales.

Amasijo y esparcío de tejas de destapados muros. Piedra sobre piedra, donde el laberinto de habitáculos sabiamente se protegían de las invernales crecidas.

Río imponente, majestuoso, pero siempre tranquilo ufanando  tierras que otros miraban recelosos.

Reja y Caz heridos por un río lleno de muerte donde su lividez es absorbida por masas arbóreas empoderadas convirtiendo su cauce anastomosado en la putrefacción cadavérica.

Sorbo el último trago de agua caldosa, pero deseosa, que moja el gaznate. Respiro en sofocón.

Pedalear por encima del pasado para descubrir la realidad del presente y la angustia de un futuro incierto.

Quizás sea esta la otra pandemia oculta, que al igual que la presente, se valga de la virtud fortuita para volver a respirar vida.