Mi historia profesional ha sido
entorno a una silla (sin entrar en más detalles), fueron muchas horas las que fue el soporte de alcanzar
nuevos retos. Horas y horas que a través de la ventana veía como el día se hacía
noche o la noche se hacía día.
Un día las nuevas normas y su
interpretación apartaron la silla, quedando arrinconada.
Hoy en la recta final, cuando los
objetivos se han ido acomodando a otras situaciones y cuando aquellos retos para
conseguir otras metas me apartaron de otros quehaceres más mundanos y asumiendo que hoy todo tiene otra nueva dimensión, vuelve la silla.
Ya no son las mismas inquietudes,
ni siquiera la misma ilusión, pero, aquel poso, siempre arrastra algo y en eso estamos.
El final no es el que en otro momento hubiera esperado, pero…
Unos deciden e interpretan porque
en ese momento tienen el poder de decidir. Son responsables de marcar el
camino de otros (siempre justificado por un bien superior), eso sí sin responsabilidad final, porque como alguien dijo “el
dinero público no es de nadie” y en consecuencia en términos públicos el resultado final se difumina
y se fagocita en el maremágnum del paso del tiempo. Al fin y al cabo en el
único lugar que se gana o pierde es en lo privado, porque cada acción tienen un
costo o beneficio real, palpable y de consecuencias inmediatas.
La ley se interpreta y la Justicia
la pone en su sitio, quizás tarde, pero convierte a la razón en una victoria
moral, que en términos objetivos materiales no sirven para nada, pero en ego
personal me dice que lo que parece imposible puede ser posible.
Por aquellos que insistieron y
lucharon, aunque hoy el tiempo les ha dejado sin margen.
Nunca nada ha sido fácil y nuca he pedido que me den, sino que me dejen hacer.