Trás un precipitado ir y venir, en
el que el agónico trasiego de felicitaciones y bienintenciones de a doce
atragantadas uvas que dan paso a un salteo de serpentina, matasuegras e incómodos gorros y molestas narices se produce el silencio.
Un año que ha pasado y un año que
llega dando comienzo a un nuevo horizonte. Infinito e incierto, donde sólo la
quietud de la espectacular y frágil naturaleza llena de reflexiones cada nueva
zancada. Respirar, romper el murmullo del silencio. Mirar el infinito horizonte,
avanzar y arrastrar los recuerdos.
El ciclo de un año comienza, donde
la vida sólo es la sucesión de un día más. Hoy como ayer vuelvo a correr, pero
mañana,… ¡Dios dirá!.
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