lunes, 14 de julio de 2014

El Tango de la Guardia Vieja.

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Estamos en el umbral de verano o a las puertas de las vacaciones, sea de una forma o de otra, las “calores veraniegas” se hacen sentir en nuestro cuerpo, y si buscamos apaciguar el cuerpo con refrescante baños, os propongo un refrescante libro para apaciguar el sofoco del alma. 

Tres personajes: Los de Troeye, él afamado compositor que busca superar su propio existo del momento componiendo un tango como una apuesta música y ella, mujer atractiva y de elegancia enmarcada y el tercer personaje es Max, el bailarín mundano. Los tres serán el eje de un perfecto “ménage à trois”.

El encuentro de Armando, Mecha y Max en el “Cap Polonio” un transatlántico con destino a Argentina, donde Max el bailarín mundano les adentrará en el ritual íntimo del tango. Este encuentro se arrastrará a lo largo de toda la novela “revertiana”, los tres de una u otra manera estarán presente, bajo una historia que se desarrolla en tres momentos temporales distintos:

Anterior a la guerra civil española, que nos lleva a los suburbios más recónditos  de Buenos Aires, para llegar a las raíces del “tango Viejo” nacido de los ambientes más populares y abigarrados. Armando de Troeye busca el tango sin adornos ni refinamientos.

Estamos es el momento preciso de mezclar la búsqueda de la esencia del tango y el consentido flirteo, mediante la combinación de miradas, gestos y acercamientos en un ambiente en el que milonguear  “el tango era para arrimar la chata abrazando a una mujer, o para farrear con los muchachos. Se los decía él, que lo tocaba. El tango era, resumiendo, instinto, ritmo, improvisación letra perdularia” (Arturo Pérez-Reverte, el Tango de la Guardia Vieja).

En los recónditos suburbios de Buenos Aires, Max lleva a Armando a descubrir las calves del tango profundo y el bailarín mundano en un juego de seducción consentida encuentra los vicios ocultos de Mecha Inzunza “Le asombraría saber cuántas niñas sueñan con vestirse de princesas, y cuantas mujeres adultas desean vestirse de putas.” (Arturo Pérez-Reverte, el Tango de la Guardia Vieja). La pluna “reverteriana” nos acerca, trata y describe el sexo, cuando toca, de manera magistral “- Gracias a él descubrí placeres que prolongaban el placer –añadió ella-. Que lo hacían más espeso e intenso…Quizás más sucio.” (Arturo Pérez-Reverte, el Tango de la Guardia Vieja), bajo mi opinión Grey no le llega ni a la suela del zapato. Donde los juegos de pasión se ven tocados de una narrativa exquisitamente descriptiva: “enloquecida como una loba que devorase una presa con crueles dentelladas; mientras, aferrado a los barrotes de la cama, él buscaba un punto de apoyo para controlarse al filo del abismo, obligado a apretar los dientes y sofocar el aullido de angustia animal, viejo como el mundo, que le brotaba de las entrañas.” (Arturo Pérez-Reverte, el Tango de la Guardia Vieja).

Segundo espacio temporal, el periodo entre-guerras, en plena macabra agonía de una doble España. Francia se convierte en el encuentro casual entre Mecha y Max, donde un Armando de Troeye sigue presente en el ambiente narrativo. Esta época donde el bailarín mundano se ve envuelto en un ambiente de espías e intrigas de un mundo ajeno a sus intereses “-en mi mundo- dijo –todo resulta maravillosamente simple: Soy los que las propinas que dejo dicen que soy. Y si una identidad se estropea o agota, al día siguiente tomo otra. Vivo del crédito ajeno, sin grandes rencores ni grandes ilusiones.” (Arturo Pérez-Reverte, el Tango de la Guardia Vieja).

El tercer momento temporeo y provocado, donde aquellas tiempos de “buscar un taxi de madrugada oliendo a mujer o a noche perdida, sin que una cosa contradiga la otra” (Arturo Pérez-Reverte, el Tango de la Guardia Vieja) han pasado para  un Max Costa que se ha desquitado de ambientes aparentes, para ejercer de chofer de un afamado director de clínica dental. 

Esta vez es Italia, el país del provocado encuentro por el bailarín mundano, donde Mecha. ” –Por varias razones. Curiosidad, primero. Era fascinante reconocer al Max de siempre: elegante, tramposo y amoral.” (Arturo Pérez-Reverte, el Tango de la Guardia Vieja), se da fin de una entretenida y refrescante novela, con gusto descriptivo, donde los personajes se sienten y sus intrigas te atan, donde el final se produce entre los 64 escaque del tablero de ajedrez:  “- Claro. Esto es ajedrez. El arte de la mentira, del asesinato y de la guerra.” (Arturo Pérez-Reverte, el Tango de la Guardia Vieja).

Max Costa, el bailarín mundano, atrapado entre el Joven Jorge Keller, genio del ajedrez y aspirante a campeón del mundo, y Mecha Inzunza madre de este joven, donde el bailarín mundano “vivo de mi sable y mi caballo” (Arturo Pérez-Reverte, el Tango de la Guardia Vieja), pero esta vez bajo la mirada de unos ojos que parece reconocer.

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