-¡Las lagunas están congelas!-, expresión
que sonaba a exagerada pero enseguida íbamos saliendo de dudas, porque una gruesa
capa de hielo era cuarteada por el paso de las barca, donde el ritmo de palas y
pértigas también iban troceando el hielo que cubría el vaso lagunar. El
espectáculo generaba sus dudas, sobre la superficie se exparcían gruesos trozos
de hielo que, como aristas de cristal, querían constituir una trinchera
defensora para cualquiera que intentara invadir sus aguas.
Es tradición ver evolucionar las
barcas planas, antes del “zampullón” invernal, ver como el complejo manejo de
pértigas es dominado con pericia, donde hoy es recordar aquellos rudos
pescadores de tierra adentro de aquellos entonces, que con apaciguante ritmo de
pértiga distribuían el trasmallo en estas
aguas laguneras.
La segunda competición de barcas
tradicionales se convirtió en una pugna de tres, el
hielo obligo a los barqueros hacer un sobre
esfuerzo para marcar el ritmo y mantener el rumbo a la meta.
Mientras tanto en la zona
habilitada para el inicio del baño invernal se notaba cierto nerviosismo,
porque si el sol regalaba un excepcional mañana para los espectadores, las
gélidas aguas con borbotones de placas de hielo estaban generando dudas. Muchos,
desde la barrera, decían es una locura, otros apostillaban porque este año
muchos se iban a echar para atrás y sin
embargo próximo a la cita comienzan a poblarse el espacio señalado para los
bañistas.
Una treintena de bañistas, desde la
algarabía y con agitados movimientos, se comienzan a preparar para adentrarse entre
agua y placas de hielos adentros. Este año el género femenino se hace notar, y
entre los más veteranos bañistas se felicitan por su arrojo. Diana, después de
unos consejos, da la señal.
Son cuchillas rebanadoras, incluso
a veces cortantes golpes. Ya no hay marcha atrás. Tirarse al agua, sumergirse
en la insoportable gelidez, tratar de dar una brazada, hacerte creer que no
está tan “fresquita”, gozar por un año
más, sentir que aquello que comenzó como
juego, para ser reivindicación, hoy
puede convertirse en un evento de importante carga simbólica, donde el
patrimonio natural que posee Villafranca de los Caballeros se convierta en
referente de los Humedales Manchegos.
Ser bañista en las Lagunas de
Villafranca no es de héroes, quizás tenga una pizca de locura, pero de locura
sana, comprometida y con un claro simbolismo de ensalzar esta parte de los
Humedales Manchegos. Y digo yo, a estos actos que sorprenden a propios y
extraños, porque no hacer visible un reconocimiento por tal locura sana
bañistas.
Propongo crear la “Corona Bañistas”,
para todo aquel que cumpla con este rito de baño invernista-launero.
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Al fondo, mientras los bañistas
saborean un rico caldo recuperador de la casa rural Santa Elena, bogan barcas
planas a ritmo de pértiga, otrora pescadoras. Hoy desplazan niños y niñas
rememorando aquellos extraños oficios, que al menos nunca debemos olvidar que
han sido parte de nuestra antaña vida cotidiana local.
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