Las victorias están donde las pone uno y que, por muchas victorias que consigas, solo serán válidas para ti y, fuera de este dominio, seguramente serás un perdedor. (Correr O morir, Kilian Jornet)
Son las 03:15 horas. Con el tercer
zumbido de reloj comienzo un programado desperezamiento bajo el ronroneo de “Peñalara”.
La tarde noche anterior, de manera
metódica, había hecho una ordenada distribución: Mochila, bastones, gorra,
camiseta con dorsal, mallas cortas, calcetines de compresión, zapatillas y
polainas.
03:45 horas. Tostadas con
mantequilla y mermelada, adornado de café con leche, me han dado el justo
sosiego para decir – Ya no hay marcha atrás-. Comienzo el ritual de vestimenta
de torero solitario con sanadores ungüentos: Unto de vaselina las zonas expuesta
al rozamiento, de pies a cejas, seguidamente me embadurno de protección 50, para
finalizar el sacro-ritual-revestimental cuan ceremonia torera, escogiendo
metódicamente cada una de las prendas y piezas acomodadas en la silla.
04:25 horas. Tras lanzarme unas
palabras y gesto de suerte, me dejan en el punto convenido (Gracias Jesús, que
se que estás no son horas de incordio).
05:15 horas. Roberto guiador
experto y experimentado estaciona el vehículo a las puertas del polideportivo
de Navacerrada y en el mismo punto donde Bienve y Mónica están en menesterosos
quehaceres. Todos estamos en el lugar y a la hora establecida y perfectamente
sincronizados.
05:25 horas. El autobús no espera. Con
Ticket en mano nos ponemos rumbo a Miraflores de la Sierra. Es el momento de
mormullos, sonrisas, bromas y… pensamientos de concentración, donde parece despertar
el cansancio madrugador a soniquete de motor y
adormecedor balanceo.
06:30 horas. Estamos asomando por
el Ayuntamiento de Mirasierra cuando un nutrido grupo comienzan la GTP80. Es
nuestro momentos: Alguna foto, algún saludo, algún saltito, el último rincón de
evacuación,.. y sin darnos cuenta Mónica, Roberto, Bienve y un servidor estamos
amontonados y con la impaciencia en la punta de las zapatillas.
06:45 horas. Con puntualidad
británica salimos. Aplausos, voces y jocosidad, porque 62 km de montaña son los
causantes del jolgorio y las gracias.
Mónica y Bienve andan prestos en
ritmo, una rápida mirada dejan claras las fuerzas desde sus inicios. Roberto
apalancado en el temor de molestias de los últimos días, se va a convertir en
mi baluarte para afrontar 62 kilómetros
de puro trail. –Este es el ritmo-, me dice. Vamos a un trantran pausado,
comedido y sosegado, pero que nos mantiene un aliento seguro que nos deja
absorver el tímido sol, que se va posicionando entre la brisa mañanera de la
cada vez más cerca montaña.
Fue igual que un suspiro el que nos
situó en el puerto de la Morcuera, allí nos recibieron con gratos aplausos y un
primer avituallamiento.
Los pies, las piernas y la cabeza avanzaban
en plena sintonía. Es la sincronía perfecta, donde sentir las pisadas, mover el
cuerpo, abstraerte en las vistas y disfrutar con los que vas, con los que
adelantas y con los que te adelantan es
disfrutar y formar parte del espectáculo.
El Paular y Rascafria fue control y
nuevo reabastecimiento de fuerzas. Todo está perfecto y animado. ¡Es posible!,
sólo el dejarte llevar por la euforia puede quitarte cada milímetro de aliento
tan necesario en sus kilómetros finales.
El Reventón es el inicio de la
primera gran batalla. Subir y ascender, sentir la primera gran calor y sufrir los
primeros jadeos de continua ascensión para situarte en las mismas puertas de
Peñalara: Paso de los Claveles, lugar donde aparecen vistas espectaculares, que son imágenes que se entremezclar con síntomas de esfuerzo.
Con uñas y dientes trepo, dejando que la altura me haga crecer, guardando
forzados equilibrios de roca y cansancio, donde la mirada se pierde en los
infinitos valles de la vieja Castilla.
Peñalara la cumbreo lleno de
esfuerzo e invadido por el cansancio y, allí al fondo, bajo mirada agotada y de oscuro presagio, las rojas antenas de la
Bola del Mundo que se aúpan esbeltas y amenazantes entremezclándose con cada
milímetro de mi carne y piel desde la distancia.
Puerto de los Cotos se esconde en
cuesta abajo, obligando a mantener un forzado equilibrio con los músculos
cansados y doloridos. -Es el momento de hacer la carrera con la cabeza- una voz
me dice.
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16:00 horas, la Bola del Mundo |
Ascender Guarramillas o subir a la
Bola del mundo. Una mirada hacia arriba, donde estratégicas nubes esconden el
sol y abren el camino. Subir y ascender,
seguir y avanzar.
16,00 horas Alto de Guarramillas,
es el momento de descender y acabar. Todo puede estar hecho o simplemente es cuando el alma lucha contra
el límite del cuerpo sobrecogido bajo un intenso dolor que bloquea la pierna
derecha. Seguir e intentarlo. Uno, dos y
tres forzadas zancadas hacen brotar escalofríos de coraje y rabia.
Me exijo avanzar y luchar por cada
interminable metro. Cinco kilómetros, cuatro, tres,.. de mirada perdida y
desconcertada ante una distancia que no es ganadora ni perdedora que es sóloinfinita
Alma de Corredor.
11 horas, 20 minutos y 47 minutos de
62 km de AdC.
Puesto, tiempo y clasificación de Mónica,
Bienve, Roberto y Julián:
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370 clasificados y 28 retirados |