martes, 29 de septiembre de 2015

Don Quijote de La Mancha (Parte II)



Hace poco he acabado, por segunda vez, de leer la segunda parte del Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha y he esperado dejar mi comentario a este día, por ser el nacimiento de su creador (29 de septiembre de 1547).

Mi lectura ha sido lenta y poco a poco, donde cada noche un “ratillo” me entretenía con sus letras, y que pocas veces iba más allá de un capítulo.

Que gran diferencia con su primera parte, esta vez me encontraba con un Sancho Panza que a cada paso iba creciendo. Conoce a su amo de sus primeras aventuras, sabe de sus desvaríos pero le “rilean” las piernas por dejar de ser un “destripaterrones” y quiere una ínsula bien redonda.

En la Segunda Parte Sancho Panza se adelanta a la imaginación de Su Señor Don Quijote,  transforma la más bella de las bellas y sin par Dulcinea en una vulgar  campesina, hecho que arrastras en penitencia de azotes, durante toda esta segunda parte por insistencia y persistencia  de Don Quijote, para lograr el autoazotamiento de su escudero y el desencantamiento de Dulcinea  hermosa, sin tacha, grave sin soberbia, amorosa con honestidad, agradecida por cortés, cortés por bien criada, y, finalmente, alta por linaje, a causa que sobre la buena sangre resplandece y campea la hermosura con más grados de perfección que en las hermosas humildemente nacidas”.


Este fiel escudero no sólo crece ante la figura principal, sino que se iguala. Caballero y escudero forman una sola figura, donde uno y otro se necesitan y se perciben como inseparables. El lenguaje y discurso de Sancho Panza en esta segunda parte no sólo sorprende, sino que su discurrir en las situaciones los convierte en sabios consejos y en la toma de decisiones, “en resolución; él ordenó cosas tan buenas que hasta hoy se guardan en aquel lugar, y se nombran: Las constituciones del gran gobernador Sancho Panza”.

Sorprende un Sancho simple, inseparable de su rucio, aventurero para mejor ventura de su Teresona, Sanchica y Sanchico, bajito, regordete, dicharachero,..
“-¿Por ventura -dijo el eclesiástico- sois vos, hermano, aquel Sancho Panza que dicen, a quien vuestro amo tiene prometida una ínsula?  
-Sí soy -respondió Sancho-; y soy quien la merece tan bien como otro cualquiera; soy quien "júntate a los buenos y serás uno dellos", y soy yo de aquellos "no con quien naces, sino con quien paces", y de los "quien a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija". Yo me he arrimado a buen señor, y ha muchos meses que ando en su compañía, y he de ser otro como él, Dios queriendo; y viva él y viva yo: que ni a él le faltarán imperios que mandar ni a mí ínsulas que gobernar. “

De Sancho vamos a….

Don Quijote, “él es un entrevedado loco, lleno de lúcidos intervalos.”. Imperturbable en su pasión amorosa a Dulcinea y entregado a un ideario imaginario de la andante caballería y “estando yo obligado, según la orden de
la andante caballería, que profeso, a vivir contino alerta, siendo a todas horas centinela de mi mesmo;”
Si su valor es fruto de una locura que le lleva a lo cómico, sus discursos ensalzan la virtud de la justicia, la caridad, el amor al prójimo o el servicio a los desamparados…, ensarta valores en defensa de una sociedad más igualitaria y  justa.

Cide Hamete Benengeli es el fiel cronista de “tal señor y tal criado, el uno, por norte de la andante caballería,  y el otro, por estrella de la escuderil fidelidad.”, estudioso de ascendencia arábica que indaga para dar buena fe de aquellos hechos que protagonizaron el último intento de resucitar la andante caballería en las figuras del caballero Don Quijote y su escudero Sancho Panza.

El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha, una obra maestra que pone en nuestras manos Don Miguel, soldado y escritor del siglo XV, que con ingenio, gracia y mezcla de crítica literaria hace de su lectura un entretenimiento, diversión y con una importante dosis instructiva.

Don Miguel de Cervantes Saavedra nacido un 29 de septiembre de 1547 en Alcalá de Henares, bautizado en la vecina localidad de Alcázar de San Juan y
Pincha enlace a Trapiel
con fecha de fallecimiento 26 de abril de 1616 (sepultado en Madrid), nos ha dejado una obra maestra, con una riqueza incalculable en su lectura. Hoy, leer esta obra, para los seres normales, nos supone un esfuerzo, que hace que sea una lectura lenta, pausada y de frecuentes consultas. Mi opinión es que estamos obligados hacer este esfuerzo, porque su lectura nos abre la mente y nos enriquece.

Prueba a sumergirte en esta “flor y espejo de los andantes caballeros.”

El desenlace de la Obra se inicia con el desafío en duelo entre el Caballero de los Leones y el de la Blanca Luna; dando un giro a las aventuras los resultados de esta suerte, del que a partir de ahora quiere ser el pastoril Quijotez. Aquí, como lector, presiento que se acerca su final, y entre la angustia de saber qué todo acaba me complace la alegría que muestra Sancho, al culminar un montículo y ver su pueblo natal,  “-Abre los ojos, deseado patria, y mira que vuelve a ti Sancho Panza tu hijo, si no muy rico, muy bien azotado. Abre los brazos y recibe también tu hijo don Quijote,”

Patria donde Alonso Quijano el Bueno recobra la cordura y asume con entereza el fin de sus días y su paso por ella “que cada uno es artífice de su ventura. Yo lo he sido de la mía;”

Y para gloria de todos aquellos que sentimos el polvo de estas venturas y encantamientos, nos lleva a la admiración un soldado que quedó manco en Lepanto y que, quizás mientras reposaba de estas sus heridas en el mesón de la Chela de la hoy nuestra Villafranca de los Caballeros, enclavada en el mismitico corazón de La Mancha, y entre las “casqueras” de su mesonera,  que “no era muy vieja, aunque mostraba pasar de los cuarenta, pero fuerte, tiesa, nervuda y avellanada”,  ideo el fin que fidedignamente nos narra el mozárabe Benengeli: “Este fin tuvo el ingenioso Hidalgo de la Mancha, cuyo lugar no quiso poner Cide Hamete puntualmente, por dejar que todas las villas y lugares de la Mancha contendiesen entre sí por ahijársele y tenerse por suyo, como contendieron las siete ciudades de Grecia por Homero.”
Iglesia Parroquial de Villafranca de los Caballeros
Hoy estoy convencido de que amo y escudero, Quijote y Sancho, en entalamo pasaron ciertos días de estío a orilla de estas sanadoras lagunas de Villafranca y que verdaderamente sus barros fueron los ungüentos verdaderos que sanaron cuerpo y espíritu de estos buenos manchegos, cumpliendo con ello el verdadero deseo de Don Miguel ser errante y ahijarse en toda villa manchega.

Nota: los entrecomillados y en cursiva son literal de la II parte del Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha.

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