Tendría que retroceder años y
años para recordar el seguimiento de una serie televisiva, por mencionar
algunas: El virginiano, bonanza, el
santo, el granjero último modelo,… acercándome un poco más diría la barraca o cañas y barros. Esto parece
ser extraño, pero hace mucho, mucho tiempo que deje de engancharme a una serie,
quizás una que me cautivo unos cuantos capítulos fue cuéntame cómo paso, incluso recuerdo comprar un cd de su música.
Dos circunstancias han influido
en que no llegue a conectar con esto de
las series televisivas (A pesar de su influyente marketing). Una ha sido las
distintas variaciones de horarios para desarrollar mi trabajo, incluso mi
inmersión en hacer algo más, la otra ha sido esto de amplitud de canales y su
manejo de publicidad, haciendo interminables y alargando hasta horas no acta
para madrugadores. Esto que digo, ha tenido una consecuencia, creo, que
altamente positiva, que es que me he ido sumergiendo de manera “trontona” en el
apasionante mundo de los libros. No devoro horas y horas de lecturas, porque no
las dispongo pero, cada día un mínimo hueco tengo, y en las mayoría de los
casos me sirve de excusa para estar a la hora adecuada metido en el “sobre”
`perdiéndome en el bosque de las palabras.
Procuro leer libros de novela
histórica, me inclino por aquellos espartanos, romanos, algo del medievo, que
siempre intercalo con libros más de moda (las sombras de Grey), sin dejar de
lado aquellos que están relacionado con el correr: Nacidos para correr, patrullando
con Filípides, ¿dónde está el límite?, el ejercito iluminado, el corredor
nocturno, la pasión de correr, etc.
Este verano y de manera seguida
he leído una trilogía, nunca lo he hecho seguido. Publio Cornelio Escipión de
Santiago Posterguillo me engancho de lleno (Africanus, las legiones malditas y
la traición de Roma), recomiendo su lectura de esta interesante trilogía-posterguillera.
El caso es que aprovechando para desconectar me lance a leer El tiempo entre costuras. ¡Claro!, que
conociéndome en mis lecturas, donde el sonido de las espadas o las maniobras
guerreras de aquellos grandes generales y mejores estrategas de todos los
tiempos: Escipión y Aníbal, pasar a leer El
tiempo entre costuras de María Dueñas, mi mujer me vaticino – ande vas con
eso, ¡que no te va a gustar-.
Reconozco que pensé que eso de
hablar de puntadas, hilvanes o dobladillos casi que me iba a costar engancharme.
Desde las primeras letras sentí un torbellino, creo que no había noche que no
alargara un poco más de la cuenta la lectura, porque hablar de preguerra, desde
el submundo de los que sólo lo sufrían, es hablar de gente anónima, gente que
al sufrir el día a día se le añade un
mundo enmarañado por disputas que los fue abocando hacia su propia
autodestrucción. Entre medias de este
panorama aparece Sira, que bien por eso del santoral le pudo caer Gaudenia o
Sabiniana.
Sira aparece, donde le
corresponde, un barrio cualquiera, donde “un ambiente de ropa tendida, olor a
lejía, voces de vecinas y gatos al sol”.
Aquella época donde, los sin
posibles, una vez aprendidas las cuatro reglas comenzabas de aprendiza. Inicio
de puntadas, bajos, esperar el amor, los hijo y que todo siga. Sin embargo
serán las decisiones las que inexorablemente le vayan marcando su destino.
“Atrás deje para siempre mi barrio, mi gente, mi pequeño mundo”.
A partir de dejar aparcada
aquella Olivetti, comienza una trepidante secuencia de capítulos que le llevarán
a Tánger, Tetuán, Madrid, Lisboa. Saltando de rica a pobre, de una
esperanzadora vida de futuro a tener que hacer “el esfuerzo inmenso que a
diario aún tenía que hacer para superar poco a poco mi tristeza”.
El tiempo entre costuras, su protagonista es una mujer, desde ahí
que tenga unas connotaciones de lucha desde la inferioridad y desde la dificultad,
surgiendo esa estirpe de mujer valiente y luchadora, con capacidad de abrirse
paso en la vida a pesar de las dificultades. Conseguir la máscara que esconde
los sufrimientos, es lo que hace aparecer una Sira capaz de “ofrecerles lo que
quieren: ostentación, lujo, frivolidad absoluta, como si el mundo fuera un
salón de baile y no el sangriento campo de batalla en el que ellos mismo lo han
convertido” y ella en ese escenario “tenía un cometido, un compromiso: un papel
que sumir, una imagen que proyectar y una tarea de la que ocuparme”.
Parece ser, he oído algo de que
se ha estrenado una serie, según ruidos con gran éxito y un Share de impresión,
lo seguro es que la secuencia de imágenes irán dirigiendo al televidente donde
el interés comercial lo tenga programado. Será fácil, no habrá que descubrirlo,
irán ofreciéndolo en interesantes monodosis. Será sencillo, porque no habrá que
escudriñar entre el inmenso bosque de las letras, para con ellas seguir
fabricando escenarios e hilantes
historias que te sumergen en una fantasía de la realidad.