Acabamos de llegar al refugio de
Bayssellance, de modo casino vamos dejando los trastos en un refugio a rebosar.
El comedor está hasta los topes, cada una de las banquetas están apretadas de
casados músculos que sostienen revista que cansinamente ojean.
Nuestras cortas frases seguidas de
entrecortadas sonrisas no interrumpen tamaño silencioso cansino que invade la estancia. Hablamos en gestos e idiomas diferentes, y sólo un tímido cruce en
las estrecheces del lugar, nos enfrenta con la redonda y amofletada cara
sonrojada de bisoñez que, con sonrisa de mirada, esboza un saludo en un
esforzado juego de letras asemejado al español.
Son las 8 de la mañana e
intermitentes grupos van saliendo. La lluvia es constante e incesante. Era lo
previsto (meteoblue no falla). Unos retornan, otros se pierden en el estrecho
horizonte de increpadas subidas y bajadas.

La ruta prevista es bajar hacia la
izquierda del refugio tomar la senda de bajada hacia el valle de Ossoue, dejar
a la izquierda el embalse de Ossoue, ascender un poquillo para entrar al valle
de Canau, seguir el río en contra de sus descenso para cruzarlo y entrar en
España por el puerto de la Bernatuara, bajando a la laguna glaciar por una
senda pedragosa, bordear la laguna, ascender y bajar hasta las eléctricas donde
se une con la senda de subida al puerto de Bujaruelo.
Nos esperan 16 km de impresionantes
vista, bajo un incesante manto de lluvia y juego de nubes, bien por sus arribas
o sus abajos de los valles. Nubes que conforman la perfecta tramoya de un escenario
que se cierra y abre ante un espectáculo en el que espectador es un personaje
secundario de cada nueva escena que aparece.
Estamos bajando hacia el valle de
Ossoue, poco a poco al fondo y a la derecha va creciendo una impresionante
caída de agua, que con sonoro ruido amortigua la insistente lluvia. Unas veces
se esconde, otras se muestra, pero a cada paso su cercanía se siente. Llueve y
una bruma marca la caída del torrente de agua en vertical.
La fuerza de las aguas rompe el
sendero, impone respeto. No sin dudas y cuidados nos obliga a enlazar con el
sendero. Mientras al otro lado, siguen y titubean. Es el momento de hablar todos
el mismo idioma.
Una familia de a cinco enlazan con
el imprevisto y momentáneo puente que se extiende. Palabras de apoyo,
indicaciones de movimientos, unión de manos, sonrisas de agradecimiento y
signos de éxitos. Todos hablamos el mismo idioma y todos sentimos la misma
sonrisa de alegría.
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