lunes, 3 de agosto de 2015

Valle Ossoue

Acabamos de llegar al refugio de Bayssellance, de modo casino vamos dejando los trastos en un refugio a rebosar. El comedor está hasta los topes, cada una de las banquetas están apretadas de casados músculos que sostienen revista que cansinamente ojean.
Nuestras cortas frases seguidas de entrecortadas sonrisas no interrumpen tamaño silencioso cansino que invade la estancia. Hablamos en gestos e idiomas diferentes, y sólo un tímido cruce en las estrecheces del lugar, nos enfrenta con la redonda y amofletada cara sonrojada de bisoñez que, con sonrisa de mirada, esboza un saludo en un esforzado juego de letras asemejado al español.

Son las 8 de la mañana e intermitentes grupos van saliendo. La lluvia es constante e incesante. Era lo previsto (meteoblue no falla). Unos retornan, otros se pierden en el estrecho horizonte de increpadas subidas y bajadas.

Son las 10,00 horas de la mañana. La decisión está tomada, suspendemos la subida al Vignemale y su cresterio e iniciamos el regreso hacia el refugio de Bujaruelo.

La ruta prevista es bajar hacia la izquierda del refugio tomar la senda de bajada hacia el valle de Ossoue, dejar a la izquierda el embalse de Ossoue, ascender un poquillo para entrar al valle de Canau, seguir el río en contra de sus descenso para cruzarlo y entrar en España por el puerto de la Bernatuara, bajando a la laguna glaciar por una senda pedragosa, bordear la laguna, ascender y bajar hasta las eléctricas donde se une con la senda de subida al puerto de Bujaruelo.

Nos esperan 16 km de impresionantes vista, bajo un incesante manto de lluvia y juego de nubes, bien por sus arribas o sus abajos de los valles. Nubes que conforman la perfecta tramoya de un escenario que se cierra y abre ante un espectáculo en el que espectador es un personaje secundario de cada nueva escena que aparece.

Estamos bajando hacia el valle de Ossoue, poco a poco al fondo y a la derecha va creciendo una impresionante caída de agua, que con sonoro ruido amortigua la insistente lluvia. Unas veces se esconde, otras se muestra, pero a cada paso su cercanía se siente. Llueve y una bruma marca la caída del torrente de agua en vertical.

La fuerza de las aguas rompe el sendero, impone respeto. No sin dudas y cuidados nos obliga a enlazar con el sendero. Mientras al otro lado, siguen y titubean. Es el momento de hablar todos el mismo idioma.


Una familia de a cinco enlazan con el imprevisto y momentáneo puente que se extiende. Palabras de apoyo, indicaciones de movimientos, unión de manos, sonrisas de agradecimiento y signos de éxitos. Todos hablamos el mismo idioma y todos sentimos la misma sonrisa de alegría.

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