lunes, 1 de junio de 2015

La corría

Recuerdo hace unos años, cuando con ocasión de no recuerdo que edición de la Carrera Popular las Lagunas de Villafranca, uno de los “tardo-atletas” interesados en participar llamó, el mismo día de la prueba, al teléfono fijo que constaba en el reglamento. A las preguntas de este atleta, la respuesta  de la tía Aurelia fue: “Pero si ya están en la corría”.

Corriendo por el Camino de Santiago
Los tiempos cambian, pero creo que hay cosas inamovibles, siendo su única posibilidad alterable el dotarla de más o menos abalorios, pero el fondo es el mismo. Mi generación se crió, se desarrolló y aprendió bajo el desconocimiento de lo natural e inherente al ser humano que es el sexo. En la escuela (yo fui a la escuela no al colegio) no se hablaba de ello, en la familia no se hablaba y en la televisión dos besos seguidos le ponían dos rombos. En fin que lo más natural fue que brotara bajo el instinto de desarrollo y a través de los más espabilados uno iba descubriendo escondidamente de que aquello se trataba.

De aquellos tiempos a estos ahoras mucho ha cambiado, esto que digo sólo sirve de introducción para hablar de otro natural desarrollo y proceder del ser humano: El correr, porque gracias a la habilidad del correr hoy en día somos lo que somos. Si en los inicios de homo erectus el correr era elemento indispensable para huir como defensa y atacar como parte de conseguir alimentos, con el paso de los miles de años se ha transformado en una cuestión natural residual, pero esta cuestión natural residual escondida en algún rincón perdido de nuestro cerebro, a veces sale a la luz como puro instinto de conservación que fue.

Subida al pico Peñalara corriendo
Entre aquellos finales de los 70, yo comencé a correr, quizás surgió de ese residual instinto de miles de años atrás o como continuación de los juegos y competiciones que montábamos en la calle la Parra o por aquel entonces calle José Antonio. Lo cierto es que en aquellos finales de los 70 vestir unas zapatillas y pantalón corto era cosa de locos, y como cosa de locos entrenabas (si así se puede llamar lo que uno hacia). Seguías los consejos de algún experimentado corredor, la indumentaria se basaba en unos pantalones cortos, camiseta de algodón unas zapatillas (sin saber si eras pronador, supinador, larga o corta distancia) y calcetines de hilo puestos al revés (por eso de las costuras). Esta indumentaria te seguía hasta el final de su total deterioro. Por aquel entonces entre en la juventud desde el tabú de sexo y aquél loco que hace corrías.

Queda claro que contra la naturaleza nadie puede ir, ni esconderla, ni camuflarla, porque el ser humano lo guarda como un poso latente indispensable de su desarrollo.

Hoy de la corría hemos pasado a la eyaculación, también de la corría hemos pasado al running. Por ello hoy no se esconde, hoy se presume, se adorna, se alaga,… hoy el sexo se adorna con las lencerías más finas y con los instrumentos más sofisticados, al igual que el correr se adorna con el conjunto de ropas que combinan, las zapatillas para una distancia u otra (que menos que tener cinco pares) y por supuesto se utilizan los adecuados adornos de control, seguimiento y estadística de progresiones (por desgracia también muestra las regresiones).

En los albores del siglo XXI no nos corremos, sino eyaculamos y no corremos, sino hacemos running.

A pesar de todo, aún sigo, como en aquellos tiempos haciendo corrías.

Esperando la salida de la Mineros Trail
Fuerza y salud.

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