Basarte en los indicadores abalados
por la repetición de sucesos, hacer “inteligencia deductiva” de los indicios
naturales, seguir las estrellas, entender la evolución de las nubes, los
vientos, el sol, orientarte por la disposición de las plantas o el alargamiento
de las sombras son algunos o parte de los indicadores que aportan suficiente
información, a un buen experto y conocedor de la naturaleza, para dirigir sus
paso y actos en plena naturaleza.

Otros más noveles y menos
conocedores de los indicios, indicadores o elementos que la naturaleza deposita
sabiamente hace que dejemos el hacer a otros más versados, siguiendo a la chita
callando sus decisiones, giros y direcciones, pero, cuándo…
Los modernos tiempos han aportado
un valor añadido que es el “manitú supremo” que está por encima de las
tradicionales valoraciones de tiempos pasados para ser el perfecto instrumento
guía de tiempos actuales.

Quien en sus manos dispone de un
gps, en ese momento con su dedo señalador se ha convertido en el “dedo de dios”
que marca el camino con certeza y rigor.
Pero desde el inicio de los
tiempos, la naturaleza es la naturaleza y un mismo espacio se convierte en
figura cambiante. Cambiante es su figura, cambiante sus caminos, cambiante sus
olores y cambiante es su paisaje.
Ante una naturaleza sabiamente
variable y un gps inflexible surge el instinto humano llamado “atrochamiento”, figura
que es la bisectriz intermedia que se crea entre la sabia variable naturaleza y
la señal inflexible del gepeese. Bisectriz que se manifiesta en “trepes” y “destrepes” bajo el recelo
humanoide conservacionista de si dudas o no estás convencido, mejor no lo hagas.

No hay comentarios:
Publicar un comentario