jueves, 18 de septiembre de 2014

Fin de Fiestas

Chupinazo en la Glorieta
FERIAS Y FIESTAS, en mayúsculas, porque es el momento único que se paraliza el Mundo. Todo lo cotidiano queda aparcado. Son días de alteración biorrítmica, donde el colorido, el sonido, el trasiego de paseantes, las apreturas del ir y venir, saludar, reír, reencontrarse, recordar, soñar el pasado, mirar el momento con despreocupación, sentir que tu pequeño mundo es el punto geocéntrico sobre lo que todo gira, porque desde la niñez simplemente ha sido así.

Ser Pregonero de las Ferias y fiestas es ser la voz del Pueblo, es anunciar con fuerza, con orgullo y entusiasmo que tú Pueblo por unos días es capaz de parar lo cotidiano y dar paso a las mejores intenciones que están incrustadas por la fuerza del pasado, por el palpitar del presente y el sueño del futuro.

Escuchar al Pregonero que trae el anuncio de tus Ferias y Fiestas, es siempre sentir ese aire fresco que eriza cada poro de tu piel. Este año Eusebio Morales Fernández nos ha sabido traer con soltura de letras, con voz firme chelera y abierta de nuevos horizontes el sello de identidad de la niñez. Esas vivencias que en nuestra piel y en nuestra alma se fija a fuego para permanecer y aflorar en lo que nunca dejamos de ser: Cheleros.

En mi niñez aprendí que solamente por unos días y en septiembre se `paraba el mundo
Paso de gigantes y Cabezudos por el Roce
. Nunca otra fechas cabían con tanta fuerza que hicieran desaparecer lo cotidiano para dar paso a la Fiesta, donde cada segundo de Feria iba impregnado la piel y dando forma a esa bisoña alma chelera.

Provengo de familia de agricultores, donde lo cotidiano era llenar cada centímetro del cuerpo del pesado polvo de las ásperas tierra manchega; faenas que iban desde el alba hasta el oscurecer, día tras día, y casi domingos de Guardar (Vigilante para ello estaba la Guardia Civil) era lo cotidiano. Ser agricultor manchego, era ser trabajador duro e incansable, era mostrar pies desnudos bajo albarcas inflexibles y trabajar la tierra agrietada con manos firmes. Aquello, otrora, cotidiano era detenido en los días del mes de septiembre por la magia de la Fiesta y la fuerza de la Feria.

Engalamiento de ventanas y balcones
Pasear, ir, venir, saludar, tirar del brazo, encandilarte con los sonidos y las luces sólo era posible en la fuerza de de esos ansiados días de septiembre, únicos donde lo cotidiano desaparecía, donde el mundo se paraba, porque sólo en ese instante eran las FERIAS Y FIESTAS DE VILLAFRANCA DE LOS CABALLEROS EN HONOR DEL SANTO CRISTO DE SANTA ANA.

Los tiempos han cambiado, pero cuando llega septiembre florece la fuerza de la niñez, el marchamo que a fuego está impreso en cuerpo y alma y desde las entrañas resurge para parar lo cotidiano.

Del 13 al 17 de septiembre aquel pequeño mundo resurge cada año con vehemencia y con singular pasión alimentado por unas raíces madres incrustadas a un terruño con ADN chelero.

Con el fin de las Ferias y Fiestas se inicia el inexorable paso de lo cotidiano que nos traerá… 

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