domingo, 6 de abril de 2014

Pepo


Las palabras nos pueden llegar a descubrir mundos distintos, así llegado el sábado podemos decidir en hacer la colada de toda aquella ropa que se ha ido acumulando durante los días de la semana o encontrarnos con la relajación de un libro donde Don Rodrigo Díaz de Vivar y su Colada sean los protagonistas, pero también se puede abrir viejos, pero nuevos caminos,  para a través  de la Colada ir de Madridejos a Villarrubia de los Ojos.

Diez más Pepo, en la mañana del sábado 5 de abril, se lanzaron a surcar una distancia de 30 km, aprovechando las antiguas vías pecuarias que facilitaban el traslado del ganado. En este caso una vía menor, de una anchura no más de 20 metros bajo el nombre de colada.

Desde una mañana encapotado, donde en lo alto de la Sierra de Madridejos las nubes bajas se abrazaban a sus cumbres ocultando los primeros paisajes de la mañana, para con el paso de los paso ir descubriendo ventanas que nos ofrecían valles de multicolores verdes de siembras y viñas, mezclados con claro oscuros de luces que se filtraban por los resquicios de la nubes.

La marcha monótona y constante en sus primeras horas, casi sin esperarlo, nos acercaba a conformaciones rocosas, riachuelos y valles, siempre guiada por los conocedores de los vericuetos y desaparecidos trazados de la antigua colada en desuso. La pericia y la perfecta ubicación de los lugares, siempre nos guiaban a los puntos clave de pasos, para evitar las angostas alambradas, que si bien acotan espacios y fincas privadas, también han de abrir el paso (aunque sea de mala gana), a través de las antiguas Coladas.

El tiempo, las subidas, el a veces cruce de entramado de jaras, el ocasional asfalto, los pedregales,… un
Pepo es fiel, obediente e incansable
sinfín de pasos que suman los kilómetros va abriendo mella entre el grupo de marchadores. Unas veces se estira más otras menos, pero al frente de todos anda Pepo. Va para adelante, se rezaga, se entretiene, da otra vuelta, se para, está el primero o se queda el último, pero siempre es fiel.

Estamos por el último tramo, nos encontramos en la penúltima de las subidas, también en la penúltima de las vallas, en esos momento como si de un laberinto se tratará, Pepo, en sus idas y venidas se rezaga. Giro a la derecha, giro a la izquierda, parada volver a un lado y otro, porque la maraña de vallas impide el paso, tras unos inquietantes momentos, sólo una voz es capaz de abrir el camino. No importa la valla ni la puerta sólo es la voz la que le abre el camino.

Al fin se divisa el Gran Valle, al fondo a la izquierda un flamante humedal, abajo Villarrubia de los Ojos y a la derecha a modo de portalón de entrada la Virgen de la Sierra. Los 30 km de monte y colada están llegando a su fin, el grupo está algo desvencijado y casi en muy estirada cuerda llegan a los depósitos del agua.

Excelente y dura etapa. Pepo se acomoda, busca su hueco, se remueve y descansa.
¡Que grande es Pepo!

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