Las palabras nos pueden llegar a
descubrir mundos distintos, así llegado el sábado podemos decidir en hacer la
colada de toda aquella ropa que se ha ido acumulando durante los días de la
semana o encontrarnos con la relajación de un libro donde Don Rodrigo Díaz de
Vivar y su Colada sean los protagonistas, pero también se puede abrir viejos,
pero nuevos caminos, para a través de la Colada ir de Madridejos a Villarrubia
de los Ojos.
Diez más Pepo, en la mañana del
sábado 5 de abril, se lanzaron a surcar una distancia de 30 km, aprovechando
las antiguas vías pecuarias que facilitaban el traslado del ganado. En este
caso una vía menor, de una anchura no más de 20 metros bajo el nombre de
colada.
Desde una mañana encapotado,
donde en lo alto de la Sierra de Madridejos las nubes bajas se abrazaban a sus
cumbres ocultando los primeros paisajes de la mañana, para con el paso de los
paso ir descubriendo ventanas que nos ofrecían valles de multicolores verdes de
siembras y viñas, mezclados con claro oscuros de luces que se filtraban por los
resquicios de la nubes.
La marcha monótona y constante en
sus primeras horas, casi sin esperarlo, nos acercaba a conformaciones rocosas,
riachuelos y valles, siempre guiada por los conocedores de los vericuetos y
desaparecidos trazados de la antigua colada en desuso. La pericia y la perfecta
ubicación de los lugares, siempre nos guiaban a los puntos clave de pasos, para
evitar las angostas alambradas, que si bien acotan espacios y fincas privadas,
también han de abrir el paso (aunque sea de mala gana), a través de las
antiguas Coladas.
El tiempo, las subidas, el a veces
cruce de entramado de jaras, el ocasional asfalto, los pedregales,… un
sinfín
de pasos que suman los kilómetros va abriendo mella entre el grupo de
marchadores. Unas veces se estira más otras menos, pero al frente de todos anda
Pepo. Va para adelante, se rezaga, se entretiene, da otra vuelta, se para, está
el primero o se queda el último, pero siempre es fiel.
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Pepo es fiel, obediente e incansable |
Estamos por el último tramo, nos
encontramos en la penúltima de las subidas, también en la penúltima de las
vallas, en esos momento como si de un laberinto se tratará, Pepo, en sus idas y
venidas se rezaga. Giro a la derecha, giro a la izquierda, parada volver a un
lado y otro, porque la maraña de vallas impide el paso, tras unos inquietantes
momentos, sólo una voz es capaz de abrir el camino. No importa la valla ni la
puerta sólo es la voz la que le abre el camino.
Al fin se divisa el Gran Valle,
al fondo a la izquierda un flamante humedal, abajo Villarrubia de los Ojos y a
la derecha a modo de portalón de entrada la Virgen de la Sierra. Los 30 km de
monte y colada están llegando a su fin, el grupo está algo desvencijado y casi
en muy estirada cuerda llegan a los depósitos del agua.
Excelente y dura etapa. Pepo se
acomoda, busca su hueco, se remueve y descansa.
¡Que grande es Pepo!
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