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La Alcazaba de Mérida |
El valí de Mérida, después de la oración de la tarde de un
viernes cualquier, se topo, a las
puertas de la mezquita Aljama, con una multitud encolerizada.
Griterío ensordecedor que se aquejaban de las malas cosechas,
de las abundantes lluvias que inundan los campos y hacen los caminos intransitables
y para mayor infortunio la pedida de sus ganados; pero todo ello era asumido,
porque ¡El Omnipotente así lo ha dispuesto¡, no así los impuestos que crecían y
crecían para enriquecer a los poderosos mientras sus familias, sus hijos, no tenían nada que
echarse a la boca.
Ante este panorama de crisis económica, se formo una turba
rabiosa que sólo quería manifestar su
desazón con gritos, lanzamiento de
tierra, piedras y escupitajos ante el valí y su cortejo por unos impuestos leoninos. Entre los vociferados
gritos de la turba-masa resaltaban frases tales como -¡Allah os pedirá cuentas!
¡Ladrones! ¡Justicia! ¡No pagaremos ni un dinar!-, -¡Perros! ¡A Córdoba!
¡Marchaos a Córdoba con vuestros amos!
¡Fuera! ¡Fuera!...
El tumulto se traslado de manera encolerizada por los barrios
de la ciudad.
Ante estos hechos y el temor de que todo ello se transformara
en una rebelión, el valí (máxima autoridad de Mérida) convoca a los notables de
la ciudad en Consejo, reuniendo a ricos mercaderes, notarios, alfaquíes,
maestros de la Madraza y autoridades dimmíes de los infieles (cristianos y
judíos).
Y esto acontece en el Consejo:
“Animado por tan
favorable reacción ante su discurso, Sulaymán propuso: -Los hombres que
agraviaron a nuestro valí y a su Consejo el viernes frente a la mezquita Aljama
deben ser castigados. Ya que, como hemos dicho, la obligación que tiene el creyente
de pedir justicia y hallar verdad no justifica la rebelión. ¡Caiga, pues sobre
ellos la fuerza de nuestra ley! –
¡Muy bien! ¡Asís sea!-
asentían los presentes-. ¡Sean castigados! ¡Eso es justo!.
-¡Sí!- prosiguió el
cadí haciéndose oír entre el murmullo-. Pero tampoco debe olvidarse que, en
nuestra obligación de hallar la verdad y la justicia en el gobierno de la
ciudad, ha de ponerse de manifiesto lo que hoy nos ocurre…. –Alzó el dedo con
autoridad-. Y a nadie se le oculta que sufrimos duros impuestos, en estos
tiempos malos. ¡Debemos hallar la manera de lograr justicia verdadera!.
Se hizo un gran
silencio de momento. Después algunas voces sueltas exclamaron: -¡Muy bien
hablado! ¡Vela por la ciudad, valí Mahmud! ¡Valí, justicia! ¡Justicia y
misericordia en nombre de Allah!.
Concluido el discurso
del cadí, debía intervenir el valí Mahmud, que ya se había puesto en pie para dictar sentencia. Con voz
decidida y grave, anuncio: - Los hombre que profirieron insultos, escupieron y
lanzaron piedras sufrirán mañana el castigo que manda la ley: se les cercenará
la mano derecha a cada uno y la lengua hasta la mitad del paladar. ¡Cúmplase!.
Hizo un silencio y
luego añadió: -En lo que a los impuestos se refiera, antes de aportar ninguna
solución, debemos saber si hay unidad entre todos los representado aquí
convocados-.”( de Jesús Sánchez Adalid en su libro Alcazaba)
Bueno hasta aquí he leído y que cada uno reflexiones y saque
conclusiones. Yo sigo a mi trontón hasta el final porque esto entretiene y
enseña.