Ganadora concurso fotografía Carrera Ávila Solidaria 2013 |
Lo que diferencia a todos y cada
uno de los atletas que allí concurrimos es la actitud metal. Quizás, ahí está
la diferencia, en el momento de mirarse
en el puesto de clasificaciones, porque cada clasificación con su tiempos tiene
un valor subjetivo que es de ese y sólo ese que ha corrido y el puesto y el
tiempo sólo a él le pertenece, ajeno a cualquier otro comentario.
Lo cierto es, que en la etapa de
máximos, cuando uno va a más y quiere lo más, se vuelve un escrupuloso de los
entrenos. El crono, el entreno y la exigencia son todo, porque está en el
momento sublime. Este estadio del atleta, es el envidiable. Yo particularmente
lo admiro y envidio. Es aquel momento, como me decía un buen colega, que me
adentro en este mundo corredor, -la victoria sólo es victoria cuando vences a tu”
enemigo”, cuando éste está en su mejor momento-.
Este estadio, SUBLIME, es tan exigentes que puede ocurrir
como aquel otro colega que hacía unos entrenos próxima a las mejores figuras,
su tabla era de “acojone”, pero… cuando el día de la competición llegaba,
siempre, mejor dicho, casi siempre la presión e incluso la fuerza que tenía le
agotaba sin obtener el resultado previsto, aun así en la maratón de Madrid
andaba por las 2,30 horas. No obstante todos los que por esos tiempos les
rondaban o lo bajaban, tenían el mal del fantasma: Ando con una pequeña
molestia en los aductores, el músculo tal o el pascual siento un pequeño tirón,…
la noche, la cena, un sinfín de peros, de cuestiones y de impedimentos, que
cualquier nobel en este ambiente lo único que podía llegar a pensar que en esta
carrera de “lisiaos” me voy a estrenar con primus- podium.
Maratón Internacional Costa de Calviá 1989 |
Pero yo aquellos los admiraba,
sabía que eran todo nervios, todo entrega. Eran capaces de soltar vomitonas un
minuto antes del pistoletazo de salida y un minuto después salir disparados
como alma que lleva el diablo. Su carrera nunca la vi, siempre andaba algo
rezagado de aquella marabunta, que siempre daban todo, el máximo en cada
carrera. Durante el recorrido su fibrosa figura les hacía pasar como espectros.
Raudos, veloces, como un torbellino. Dejando en el aire la figura fantasmal,
que sólo pasado la línea de meta se tornaba humana, de tonos agotadores, donde
la extenuación se extendía en la gloria de haber arañado un segundo al crono,
otras veces cercano a los primeros y otras en gloria del pódium.
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