Estamos en los primeros días de
primavera y en los últimos de poda, de este modo se organizó un día de campo,
donde el espacio abierto de la naturaleza organizada requiere la intervención
del hombre para que sus posteriores frutos se muestren exorbitantes.
Tijeras de podar en faena
Intervenir en el ramaje
desordenado, dirigir sus más jóvenes ramas, abrir espacios, quitar lo viejo
para desnudar hermosamente ante el tiempo de florecer requiere de un arte, que
sólo queda en las manos expertas de los podadores.
La motosierra haciendo su labor
Acumular ramaje o realizar tareas
de recogida de todo lo inservible extraído de cada arbusto queda en manos del
peón no cualificados que poco a poco y pausadamente somete al ramaje a un
proceso de quema para no dejar ni rastro.
Quema de ramaje
Entre tanto, está el buen yantar fruto
de los aires abiertos, entre esfuerzos sin denuedo que hacen del descanso un
placer del buen comer sin florituras, donde el
postre deja paso a una siestante recuperadora.
Lijero descanso, en las labores
Un día de campo de sol a sol, donde
el continuo moverse de allí para acá, coger y llevar, agacharse y levantarse,
cargar y soltar remueven músculos y articulaciones herrumbrosas, que aún hoy me
queda la duda si esto debiera estar clasificado como entreno de calidad en
alguien que anda un tanto desentrenado en estos quehaceres.
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