Yo quise subir al
cielo para ver
Y bajar hasta el
infierno para comprender
Un trozo de estribillo
que ronronea y ronronea sin parar. De vez en cuando y entre los cansinos pasos de ascenso brotaba en soniquete, a
ritmo de aquel gran grupo de rock andaluz, llamado Triana. Abre la puerta niña,
es el título que guarda esta letra que canta al amor.
Cielo e Infierno, y entre medias la Tierra, donde la naturaleza
bulle, domina y trasciende. Naturaleza de reglas inalterables, de dominación
suprema en el que entre sus caprichosos juegos nos ha elegido a nosotros.
Fuerte e impasible, marca el ritmo del día y la noche, del
mes y el año, del principio y del fin, donde nosotros somos su instante.
Naturaleza inconmensurable e imparable.
Naturaleza inconmensurable e imparable.
A la Naturaleza se la mira de frente y con barbilla altiva,
porque su caprichoso juego es nuestro valioso destino y su corto instante es
nuestro digno ciclo de vida.
Tierra donde somos juego e instante de su impasible Naturaleza.
Ser fuerte es ser duro de cuerpo y cabeza, es levantar la vista para afrontar el destino y es levantar la barbilla para ser digno en la vida.
Ser fuerte es ser duro de cuerpo y cabeza, es levantar la vista para afrontar el destino y es levantar la barbilla para ser digno en la vida.
Sara, Miguel, Roberto, Bienve y Julián se constituyeron en
expedición, donde con paso fuerte y en pronta mañana se plantaron en Siete
Lagunas, para desde ahí afrontar las alturas del techo de la península Ibérica:
El Mulhacén.
Espectacular sus vista, sus montañas y sus paisajes que emergían
con fuerza de naturaleza.
Tras retornar a Siete Lagunas, se comienza un segundo
“ataque”: Alcazaba. Una empinada vía nos lanza en singular esfuerzo a sus pies,
para una vez cumbreado su cima absolver su tremendo poder: Mulhacén, Juego de
Bolos, el Veleta y sus profundos valles que emergen cuan punta de iceberg de naturaleza inmensa.
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