domingo, 2 de mayo de 2021

Lagunas de Villafranca Mar de Sentimientos

Mi pueblo siempre ha sido único y envidiado. Eran aquellos tiempos en el que el veraneo era cosa de unos pocos y mi pueblo daba la oportunidad de disfrutar de baños inimaginables en pleno Corazón de La Mancha a unos muchos.

Las Lagunas de Villafranca se llenaban cada tarde de un ingente de familias de todos los pueblos próximos, porque allí se sofocaba la calor con tardes de baños y meriendas en familia.

Los veranos  los contábamos por baños. Subir la pequeña cuesta de San Isidro nos hacía poner en vilo. Con ansia buscabas la orilla y cada uno se acercaba a su lugar de costumbre. Recuerdo la zona del cerro, donde las piedras rojas escondidas en el agua facilitaban los primeros pasos. Chapuzones e intentos de mantenerse en el agua, que poco a poco creaban un peculiar estilo de nadadores fuera de toda técnica.

La mesa rodeada de sillas y un peculiar entalamao donde cambiarse hacia el mejor bungalow  a pie de la orilla. –Vamos que estas tiritando-, en la misma orilla mi madre me abrazaba entre la toalla, donde la tiritera comenzaba apaciguarse.

Aquellas meriendas de pisto y tortilla, donde una raja de melón chino o de agua y unas alcaguetas daban un sosiego de paz, tranquilidad y charlas. Mientras nosotros trajinábamos entre las orillas. Allí en los fines de agosto emergían aquellas pequeñas islas, preludio del fin del verano. Con certera habilidad saltabas aquellos promontorios emergentes, islas rodeadas de agua por todas las partes, girabas sobre ti mismo, mientras que contemplabas la infinita agua del inmenso mar de un lugar, que de otro modo, estaría perdido en la inmensidad de la llanura manchega.



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