El año ha comenzado a andar; como
aquél que comienza a dar sus primeros paso, estos son balbuceantes, inseguros y
con algún tambaleo que otros. Es cierto que el ánimo que insuflan los de
alrededor es erizante, pero…
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Trajano y su legión perdida que
trabajo bien hecho. Hoy me declaro posterguiano, porque Santiago Posterguillo
como un gran malabarista histórico, parte de Craso y su legión perdida, para
adentrarnos en la madurez y clarividencia del primer Cesar Augusto Germano en
Roma de procedencia Hispana.
Partía o aquella región convulsa,
extraña y difícil (casi nada de entonces, al ahora ha cambiado), donde Trajano
pone sus miras para someter los territorios y facilitar el comercio con los
han, actual China. Una historia central, bien argumentada y flanqueada por otra
serie de subtramas, donde, entre otras, Marcio el gladiador va a ser la clave
para cerrar el círculo de la legión perdida, a través de Tamura, su hija.
Marco Ulpio Trajano, Emperador,
inicia una ambiciosa campaña de sometimiento de las Tierras de Oriente para llevar
a Roma a su mayor extensión territorial hasta entonces conocida, fomentar un
comercio y aumentar las arcas del tesoro romano.
Son sus distintos capítulos los que
nos balancean entre facilitadores diálogos que te llevan ante apasionantes
estrategias de guerras, feroces batallas o maquinaciones y traiciones
palaciegas, todas ellas magníficamente descritas.
La Legión Perdido (último libro de la
trilogía de Trajano) es un libro de fácil lectura, donde quedan innumerables
reflexiones “Yo tengo un puñado de hombres capaces de seguirme al fin del
mundo. No muchos, pero un pequeño grupo sí. Y esos hombres, a su vez, tienen
oficiales que les son fieles y tras esos oficiales hay decenas, centenares de
legionarios que obedecen sus órdenes. Así, al final, con lealtad más que con
miedo, se consigue gobernar un imperio” (Trajano, de Santiago Posterguillo).
Un libro donde sus más de 1000
páginas quedan en una simple anécdota, ante el gran puente que es, para
llevarte hasta el Imperio Romano de S II dC.
Acabo con lo que empiezo, y digo:
pero… los horizontes son insospechados, donde el leer nos deja su clarividencia
porque nos enseña, ilustra, entretiene, apasiona,… y a veces se convierten en el antídoto de
insospechados e inesperados desencuentros.
¡Leed mucho en el 2017!