 |
Pincha y conoce a su autor y su libro |
Intensa novela histórica que te
agarrara a cada una de sus letras desde sus inicios.
Santiago Posterguillo es todo un
fenómeno de la literatura histórica que se adentra en el imperio romano. Sus
novelas, bien documentadas, te transportan a una apasionante época, donde Roma era
el centro del mundo.
Me confieso un fiel seguidor de
Posterguillo. Si Escipión me hizo enlazar un libro con otro, en los Asesinos
del Emperador, el Maestro se supera escenificando a la perfección un periodo
convulso, donde Roma trata de sostener su vasto imperio en un ambiente de
conjuras y difíciles equilibrios en sus extensas fronteras, que nos sitúan en la segunda mitad
del siglo I después de Cristo.
Nerón, Vespasiano, Tito un fluir de
emperadores hasta llegar a la figura del Dominus et Deux último heredero de la
dinastía Flavia. Domiciano, segundo hijo de Vespasiano es donde
Posterguillo nos irá desvelando el enloquecimiento de su personalidad “Sé que
para ti la vida es ahora sólo sufrimiento: tu padre muerto, tu madre muerta, tu
hermana muerta, tu antiguo marido muerto, Tito recién fallecido y tu hijo
muerto también: no tienes nada ni nadie por lo que vivir, por eso quiero que
vivas.”, generando en su entorno un nutrido grupo de personajes secundarios que
hacen que sin perder hilo desees seguir con el siguiente capítulo.
Tras leer Escipión me acerque a
esta trilogía del Trajano con ciertas dudas, quizás, llevado por el temor a mantener
durante su lectura una constante comparativa. Todo enseguida quedo disipado,
sin duda, aquí Santiago Posterguillo se supera, desde una documentación sólida crea una narrativa histórica
apasionante, digna de obra maestra, descubriendo y haciendo crecer el oscuro
imperium de autodenominado Dominus et Deux, para paralelamente ir
desarrollándose el que sería el primer emperador hispano en Roma Marco Ulpio
Trajano.
Los asesinos del emperador te
llevan a la sociedad romana que gira en torno al pan y circo, bajo el
Anfiteatro Flavio (actual Coliseo de Roma),
la crudeza de la sangre en la arena como diversión, el poder omnipotente
del Emperador, la guardia pretoriano como brazo ejecutor del Cesar y en
creciente poder autárquico, la decadencia de un senado sometido al terror, las
legiones romanas anexionadas a sus líderes y el débil equilibrio de fronteras
que escenifican el desmoronamiento de un imperio, si alguien no lo remedia.
Entremedias de todo esto el
desgarrador dolor que perfectamente describe Santiago Posterguillo: “Siente que su cuerpo esta partido
en pedazos, troceado, destrozado y el dolor… el dolor penetra en sus entrañas
por todas partes, por todos los rincones, por lugares desconocido y el
sufrimiento le conduce a un lugar ignoto, insospechado, donde ya no hay virtud
ni moral ni bien ni mal ni tan siquiera el ansia de una victoria absurda, sino
sólo el anhelo infinito por terminar con todo.”