Dime con que maleta viajas y te diré
quién eres, componiendo el refrán a esto del viajar, me lleva a entender que
hoy en día la maleta marca una forma de vida.
Si la televisión en los hogares es
un elemento común y repetido, también nos encontramos que existe una diversidad
de maletas que ocupan espacios dispuestas a liderar viajes. Sin entrar en la
complejidad de adquirir un modelo que cumpla los imprescindibles requisitos de
versatilidad, durabilidad y, porque no, diseño, al final nos encontramos que
disponemos de varios de estos necesarios artilugios que guardarán
celosamente los objetos personales imprescindibles para desplazarnos,
sobretodo, desde nuestro diario a
destinos puntuales.
Vacaciones o trabajos, dos grandes
categorías que contiene una complejidad y diversidad de emociones, entre medias
de este contenido emocional surge lo práctico y efectivo, que sin duda alguno
se adquiere con la habilidad de frecuencia de desplazamientos.
Yo he aprendido a disponer mi
maleta en tiempo record y llevar al mismo tiempo lo necesario. Necesito poco
más de cinco minutos para depositar mi neceser, ropa interior, traje y las
camisas necesarias entre otras cosas, y siempre, entre medias dejar el hueco
suficiente para mi ropa deportiva, que en cualquier viaje me acompaña, porque el
saber que llevo mi equipación deportiva me abre una pequeña ventana de
esperanza para patear la ciudad desencorsetado del a vorágine del trabajo que
me ha llevado a esa ciudad.
Muchas veces viajar, quizás, me
lleve a nuevos retos profesionales, pero lo que sí es seguro es que, desde hace
mucho tiempo, dejar un hueco en la maleta
para mis zapatillas me asegura patear la ciudad como turista hurtador de
rincones que brotan de la oscuridad ante un nuevo amanecer.

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