Arturo Pérez Reverte es un maestro de la pluma, y una vez más me vuelve a sorprender con esta recreación novelesca histórica de Rodrigo Díaz de Vivar
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Arturo Pérez Reverte pone en valor
una figura histórica como la fue el Cid Campeador, un hombre de frontera, en
una época donde en unas fronteras indefinidas las incursiones militares de
cristianos y moros provocaban racias donde los únicos perdedores eran la gente
desposeídas que se intentaban buscar la vida en el único lugar que ellos podían
ocupar.
Siglo XI DdC, un mundo duro, donde
la gente sólo puede ser dura, es donde Sidi Qambitur y su mesnada se desenvuelve.
Son fieles, leales y sometidos al rigor de la espada, donde vivir o morir sólo
los separa una simple línea imaginaria.
Ruy Díaz, Ludrinq, con principios,
de honor y teniendo como mayor valor su lealtad es desterrado y es su espada y
sus valores los que lleva por bandera, ande en zona musulmana o cristiana, al
fin y al cabo es un guerrero que solo sabe guerrear en un sociedad de más de
cuatro siglos de lucha. Sidi no es un aventurero, es un infanzón que se mueve
por tierras hostiles, de sangre; donde lo que hoy es, mañana en un instante
deja de ser. Sidi Qambitur es un líder hecho a sí mismo que admiran su mesnada,
los que ahora son sus amigos y los que ahora son sus enemigos (“Eres uno de
esos raros hombres fieles, no a una persona sino a una idea. En tu caso, una
idea egoísta: la que tienes de ti mismo”).
El Cid Campeador, desde la
asombrosa capacidad de escribir de Arturo Pérez Reverte, nos adentra en la
época feudal, la reconquista y en las relaciones entre los distintos reinos que
pululaban por aquella España de entonces.
Ah! La derrota de Berenguer Remont,
Conde de Barcelona, deja un nota de color sobre la pela es la pela como
principio.