Cuántas veces hemos oído hablar de
Francisco Sánchez Fernández o mejor dicho de Francisquete, también conocido como el Tío Camuñas. Sus
andadurías allá 1808 fue de heroísmo, temor, indisciplina, deseos de venganza o
defensa de una Tierra que otros querían adueñarse.
Mariano Velasco Lizcano escribe,
bajo el nombre de Guerrilleros (La Mancha, 1808-1823), una visión histórica de
los que fueron los guerrilleros en la guerra de la Independencia contra los
franceses, comandados por Napoleón.
El Camino Real que enlazaba Madrid
con Andalucía era clave para dominar y mantener a España bajo el dominio
francés y La Mancha se convirtió en la encrucijada de esta importante vía de
conexión. Quizás fue una falta de previsión estratégica o un simple desprecio a
una sociedad humilde, pero la realidad fue que La Mancha, su gente, fue la
piedra en el zapato que hizo que un invencible ejército abandonará la
pretensión de subyugar la nación española.
Cualquier guerra es difícil de
superar por la sociedad que la sufre y España, hoy y casi dos siglos después,
mantiene una cicatriz, que con los cambios de “tiempo” se resiente.
Fue la sociedad civil la que lucho
contra los franceses, afrancesado, acomodados, poderosos, colaboracionistas,…
sus armas fue el coraje, el sufrimiento y las ganas de ser libre en su tierra,
aunque estuvieran equivocados en quien podía guiar su forma de vida.
Guerrilleros indisciplinados,
obsesivos, luchadores, conocedores de los vericuetos de caminos y escondrijos
movilizaban sus “partidas” según criterio de garras y coraje para enfrentaban a
el orgulloso ejército francés y a veces convertirse en verdugos de sus
convecinos.
En medio de esta sin razón la
sociedad masacrada, violentada, torturada,… pero con fuerzas para crear una
idea: Patria, y bajo su propio ideario vivir, luchar y morir por Ella.
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