Racesa
mi bicicleta es la historia de una parte de mi vida. Corría el año 1982, llevaba unos meses
de Policía Nacional, en aquellos entonces el sueldo era escasillo (la mayoría andaba
en otros menesteres laborales para subsistir), para mí era el primer paso
para tener unos ahorrillos.
Para compra un coche no daba el sueldo, ni siquiera a plazos, para mucha juerga tampoco, así que me
tire al “vicio”: Compra una “bicicleta de carrera” que me diera cierta movilidad,
porque para hacer deporte, por aquel entonces, ya usaba el correr.
Madrid
y dos únicos lugares emblemáticos de venta de bicicletas: Calmera y Otero.
Después de mil vueltas y cuentas me decidí por
la Racesa en Otero, para saber mi talla me montaron en un artilugio de hierro parecido a una bici y mediante palancas extrajeron mi talla, Era en la calle Segovia (debajo del Acueducto). Recuerdo con
emoción la entrega de mi Racesa y pagar 19.000 pesetas de las del entonces (todo un sueldo).
La
Racesa mi bicicleta, mi primer gran vehículo pagado por mí. Me sentía el dueño
de las calles de Madrid, un Madrid no habituado a llevar bicicletas por aquellas calles pletóricas de vehículo. En aquellos años el vehículo era la prioridad
de las urbes.
Con
mi Racesa anduve entre medias de los coches que circulaban por Madrid, con mi Racesa me desplazaba a trabajar desde
Carabanchel a Moratalaz bien de mañana tarde o saliente de noche. Con mi Racesa me sentía
un afortunado.
Que
lujo de bicicleta con sus palancas de cambios para los platos y los piñones,
que frenos de zapatas, los manillares de cuernos con una llamativa cinta
amarilla. Nunca pensé cambiar ningún componente porque esta tenía los que debía;
bueno mi cuñao Isaías, años posteriores, me regalo un sillín y yo también pegue orgulloso una pegatina de mi primera Maratón de Madrid que fue en el año 1983 (siempre la he
cuidado para que se mantuviera bien pegada y visible).
Mi
Racesa, durante años, me llevo por las calles de Madrid. Mi Racesa me llevó a mi
pueblo (Villafranca de los Caballeros). Mi Racesa era mi mejor inversión y gracias a mi bicicleta he transitado por las carreteras comarcales de La Mancha.
Un
día tuve que apartarla, deje la bicicleta y deje el correr, porque a veces comencé
a salir doblado, otras no podía enderezarme o dar más de tres paso.
Fue duro.
Mi
Racesa hoy luce esplendida y cada vez que la observo me trae una parte de mi
vida y de una historia que fue bonita, dura y enriquecedora.