Por cosas del tiempo y por prever una retahíla de
improvistos que a buen seguro vendrán y se interpondrán en el camino natural, ¡vamos
a armar el Belén!.
Desencajar cajas milimentricamente encajadas y guardadas,
tirar planos, sin alterar lo de todos los año. Cableada, papel roca, corcho,
arena, piedrecitas, arboles, musgos, chinchetas, papel cielo, paisajes,
casitas, chozas,… todo cuadrando poco a poco hasta que en un desparrame de
figuritas belenísticas comienzan a “algarabiarse” en la explanada de la mesa.
Parecen tomar vida y bajo unos rictus y movimientos tensos
se amontonan en grupos donde gallos y gallinas, patos y patas, cabras y cabros
se hacen los brazos caídos, las ovejas y ovejos balan en alaridos de guerra,
las mercancías se desparraman, los pajes dicen que ya está bien de abusos, los
romanos y su jefe andan desorientados, los niños ni juega ni aprenden, la mula
y el buey que o calefacción o se “sansacabó”, que están hartos del frio y
siempre paja y entre medias de tal lodazal entran en juego los cerdos, que por
tener fieles costumbre y maneras de pensar se echan aparte porque ellos son de
comer más.
Y yo entremedias de un ir “paca y paya” mientras negocio,
sigo y apaño, porque esto ha de hacerse, al fin y al cabo es un símbolo de
entrañables fiestas y unión familiar que por diversos aconteceres ha de estar
armado con tiempo y prestanza.
Menos mal que entre tantos alborotados vientos suena la
susurrante y relajante música que adormece al siempre y tranquilo Benito,
porque al fin y al cabo todo el tiempo pone en su sitio.
Ah!!!, se me olvidaba, entre tanta protesta, el camello dice
que él va a su rollo que el desierto es el que es y que nada ni nadie lo ha
cambiado, y a estas alturas nadie lo va a engañar con "monsergas".
