Hace años, todo hecho un manojo de nervios, y después de casi veinticuatro horas de tensión que nos había llegado hasta el alma. El Dr. Muñoz, un profesional de la medicina como la copa un pino, con su habitual rictus serio, secante y hombre de pocas bromas nos comentó, de manera tajante “no hay que hacer caso de cualquier cantamañanas”.
Quizás, nuestra sociedad no ha
vivido una crisis tan extrema desde la Guerra Civil. hoy estamos en el momento de
darlo todo sin "remilgos", es tiempo de mostrar lo mejor de lo nuestro y para ello es importante
alejarnos de cantamañanas, como son los chalatanes de tres al cuarto que nos
marean para llevarnos de un lado a otro, o los vividores del cuento echaculpas
interesados, cuando no aquellos lameculos y abrazafarolas, sin dejar a los sinvergüenzas
caza fortunas o lo que se creen unos listillos porque hacen de la cuarentena o el
confinamiento de su capa un sayo.
Y entre medias de todo esto, se
encuentra una generación de héroes que sufrieron la guerra civil, vivieron los
años del hambre, trabajaron de manera incansable e hicieron de su vida un
sacrificio porque no querían que sus hijos vivieran lo que ellos habían
sufrido. Hoy después de una vida de lucha constante, sin quererlo y sin tener
obligación, se han puesto en la primera línea de fuego o quizás, nos han vuelto
a hacer la jugarreta, porque nos vuelven a ver con esos ojos de los padres, que siempre fueron, y que aún
siguen buscando lo mejor para nosotros.
Ellos viejos, la generación sacrificada,
sí son héroes, por ello tratémoslos con el honor que se merecen y cumplamos con
nuestras obligaciones con el rigor y lealtad que se merecen, porque esto es lo
que aquella generación, hoy sacrificada, les hará sentirse orgullosa y sentirán
que su esfuerzo ha merecido la pena.