Obra Maestra que ha hecho
que la mitad del mundo hable el castellano. Fue allá por los finales de los 70,
cuando enfrascado en las labores de las
armas (Servicio Militar forzoso) me hice un firme propósito: Leer El Quijote.
Casi cada día me leía uno de
sus capítulos. En su lectura había un firme propósito: Poder decir que he
cumplido con mi labor de buen Castellano (Leer, al menos una vez, en la vida
las afamadas aventuras caballeresca del brazo más fuerte que La Mancha ha visto),
“No os la doy para que la beséis, sino para que miréis la contextura de sus
nervios, la trabazón de sus músculos, la anchura y espaciosidad de sus venas;
de donde sacaréis qué tal debe de ser la fuerza del brazo que tal mano tiene”.
2015, es el año del cuarto
centenario de la publicación de la II parte del el Quijote. Ante tal fecha
histórica, considere oportuno hacer mi pequeña celebración: Leer por segunda
vez, haciendo de esta lectura una acción pintiparada a la de aquellos años en que lo leí en labores de armas.
Creo que decir que aquella
primera lectura, es igual a esta otra no corresponde a la realidad.
Don Quijote de La Mancha,
andante caballeresco juramentado en un castillo de encantamientos, “prometo mi
favor de ayuda, como me obliga mi profesión, que no es otra sino de favorecer a
los desvalidos y menesterosos”. Este caballero de la Triste Figura (Sobrenombre
dicho por su escudero), pone tan altruista misión en base a sus sesos
absorbidos en milesias lecturas, donde el disparate y el encantamiento turbian
su visión de la realidad social de aquel entonces, creando entuertos y
desventuras al ejercitarse en todo aquello que había leído.
Fue en su segunda salida
donde, “un labrador vecino suyo, hombre de bien…, pero de muy poca sal en la
mollera , “Decíale entre otras cosas
Don Quijote, que se dispusiese a ir con él de buena gana, porque tal vez le
podía suceder aventura que ganase en quítame allá esas pajas, alguna ínsula, y
le dejase a él por gobernador de ella. Con estas promesas y otras tales, Sancho
Panza (que así se llamaba el labrador) dejó su mujer e hijos, y asentó por
escudero de su vecino”.
Uno
armado caballero en cuentos disparatados “que atienden solamente a deleitar y
no enseñar”. El otro hombre sencillo, de vida humilde y de penoso trabajo
diario que hacen de su ver un simplismo la vida misma. El uno armado caballeros
y el otro nombrado fiel escudero, ambos dos surcan tierras manchegas a fin de
resucitar la vida caballeresca.
Salvando las” jeringoncias” en Sierra Morena (“Quiero,
digo, que me veas en cueros, y hacer una o dos docenas de locuras, que las haré
en menos de media hora”), para que así de traslado su escudero a su amada
Dulcinea, el escenario de aconteceres principal
de este primer libro se sitúa en un Castillo que a todos los demás les
parece venta. El castillo o venta es un trasiego de ir y venir de personajes y
coincidencias, que entorno a don Quijote y Sancho
Panza traen cuentos y
devenires donde todo se hace posible
“Y acorriéndose a don
Quijote, y a Cardenio, y don Fernando, que todos favorecían a don Quijote; el
cura daba voces, la ventera gritaba, su hija se afligía, Maritornes lloraba,
Dorotea estaba confusa, Luscinda suspensa y doña Clara desmayada. El Barbero
aporreaba a Sancho, Sancho molía al barbero, don Luis, a quien un criado suyo
se atrevió a asirle del brazo porque no se fuese, le dio una puñada que le baño
los dientes en sangre.” Entremedias de este discurrir aparecen amoríos imposibles
y desvelos platónicos entre doncellas y nobles o plebeyos que son llevados en
narraciones de bucólica pastoril.
Esta segunda lectura me ha
dado una mejor y amplia visión del más grande de los libros jamás escrito “El
Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha”. Donde dos figuras inseparables
pero antagónicas luchan en un mismo mundo con visiones diferentes. Don Quijote,
a veces verborreico en sus palabras de locura, pero en las más sus acciones son
puro esperpento que te llevan a la risa y, cuando no, a una visión de una
figura, más que triste, lastimosa. Sancho Panza es un escudero fiel, a veces
abroncado e incluso relegado a su condición de pertenecer a la escala social
más baja de simple escudero; pero será su ingenio, desde la simple visión de la
vida y de los hechos, que hace encarrilar a su amo, aunque si bien este fiel
escudero le mueve “un ansia”, o
será un antropológico egoísmo de conseguir un
rápido ascenso social, ser gobernador de una ínsula. Ambos dos se necesitan,
porque los actos del uno fortalecen al otro y viceversa, consiguiendo la
perfecta simbiosis, donde cada uno intenta llegar al negocio que les trae todas
estas sinsentidos desventuras.
Hoy después de 400 años de
la edición de la segunda parte del Quijote, siguen apareciendo quijotes.
Quijotes que nos fabrican marfuces historias de aventuras entre escenarios
encantados, donde nos fabrican gigantes e ínsulas y sin olvidarla bucólicas
narraciones pastoriles; haciendo de todo ello “un negocio en el que le iba la
vida, la honra y el alma”, pero estos
quijotes modernos necesitan de discretos escuderos que le hagan superar la fama
de aquel andante caballeresco para ellos “alcanzar reinos e imperios, de dar
ínsulas, y de hacer otras mercedes y grandezas, como es uso de caballeros
andantes,” –donde sigue diciendo Sancho Panza- “que todo debe de ser cosa de
viento y mentira, y toda pastraña, o patraña, o como lo llamáremos. Porque
quien oyere decir a vuestra merced que una bacía de barbero es el yelmo de
Mambrino, y que no salga deste error en más de cuatro días, ¿qué ha de pensar
sino que quien tal dice y afirma debe de tener güero el juicio” (Su escudero,
Sancho Panza a don Quijote).
En estos tiempo como en
aquellos otros, son los más los escuderos que los caballeros, y estos para ser
Caballeros han de tener escuderos y como “Hay un refrán en nuestra España, a mi
parecer muy verdadero, como todos lo son, por ser sentencias breves sacadas de
la luenga y discreta experiencia;” digo “por el hilo del gitano saco el ovillo”
o líbrame de las aguas mansas que de las bravas me cuido yo.
No puedo cerrar sin nombrar
a Don Miguel de Cervantes Saavedra, nacido en Alcalá de Henares, que anduvo por mil y un lugar; donde su andante y afamado caballero recorrió
los mil y un rincón de la inmensa Mancha y más. Hoy los restos mortales (al
menos algunos) de Don Miguel descansan en el convento de las Trinitarias
Descalzas de Madrid, sin certeza científica pero si antropológica e histórica.
Entremedias de todo esto, y desde el derecho simplicista que me otorga esta
historia jamás nunca tan bien contada, cierro los ojos y vislumbro bajo la torcía
de un candil escribir esta verdadera historia
en aquel apartado rincón de la
venta de la Chela (Actual localidad toledana de Villafranca de los Caballeros),
mujer de fuerza, carácter y altos pechos. Toda ella era de pura cepa manchega,
que armada en armas y brazos en jarra le arrimaba una buena jarra de vino de la
tierra de vez en cuando, entretanto, este Manco de Lepanto, bien hizo ilustrar
tan desaforadas aventuras caballerescas desde el mismo corazón de La Mancha,
Villafranca de los Caballeros.
NOTA: los entrecomillados,
son copia literal de la primera parte del Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La
Mancha.